v e i n t i o c h o

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Al salir del despacho del ahora exmarido de mi cliente llamo a Carson para que venga a buscarme e irnos a comer a algún sitio.

—¿Vamos a un japonés?— Propongo.

—Suena bien—

Conduce hasta el centro comercial y nos dirigimos a su japonés favorito.

—Vale, cuéntamelo todo— Dice una vez estamos sentados ambos en la mesa.

—Bueno pues...—

Le cuento con detalles todo lo que hemos pasado y cuando le cuento que me ha propuesto matrimonio suelta un chillido.

—¿Y que vas a hacer?, ¿te casarás con él?—

—No lo sé, es una locura, llevábamos tanto sin vernos...— Me rio nerviosa.

—Pero habéis aprovechado bien el tiempo—

—No estoy preparada para ser la Señora Fiennes Tiffin— Digo haciendo una mueca.

—Te acostumbrarás— Sonríe.

...

Cuando salgo del ascensor me paro en seco al ver a Isaac apoyado en la pared que está al lado de mi puerta.

—Hola— Digo con una gran sonrisa, realmente le echaba de menos.

—Nunca me avisas cuando vuelves de viaje— Dice abrazándome.

—Lo siento, estaba algo liada—

Abro la puerta y le hago un gesto para que pase.

Abro una botella de vino y saco solo una copa para mi.

—¿Sigues enfadada por lo del otro día?—

—No pero no vas a volver a beber, por lo menos no delante de mi— Digo sirviéndome una copa.

—Lo siento mucho— Dice dándome un beso en la mejilla.

Sonrío pero mi cara cambia al instante cuando pasa de mi mejilla a mi cuello.

—Isaac...—

—¿Qué pasa?—

—Hoy no me apetece— Digo apartándole con suavidad.

—¿Qué pasa?, ¿Ryan te ha dejado agotada?—

—Oye, no seas maleducado— Le regaño.

—¿Por que no me dices que te vas a casar con él?—

Abro mucho los ojos y le miro sorprendida.

—Te he visto el anillo, Logan aprende a disimular— Agarra mi muñeca y alza mi mano para que vea el anillo que está en mi dedo.

—Lo siento, yo... sé cómo te sientes, pero...—

—¿Sabes como me siento porque has tenido mi edad?—

—Sí, y te juro que ahora parece que se acaba el mundo pero te juro que...—

—Deja de hablarme como si fuese un crío—

—Isaac lo eres— Digo frustrada, odio que le cueste tanto aceptar que le saco once años. —Aunque no me casase con Ryan no creo que nosotros dos vayamos a tener una relación—

—Entonces me has utilizado, ¿era tu manera de intentar olvidarte de él?—

—¡No!, es que es... no sé yo...— Respiro hondo para no ponerme a llorar de la impotencia, suena mal decirlo pero lo que me faltaba es llorar por un niño de dieciocho años.

—No me acordaba de él hasta que volví a verle—

—Además, estoy muy cansada de dar tumbos y acostarme con tíos sin sentir nada y fingir que estoy sola porque me gusta y porque estoy hecha para esta vida— Me mira dolido y se acerca a mi poniéndome nerviosa.

—¿Para ti enderezar tu vida es casarte y tener hijos?— Pregunta irónico.

—Para mi enderezar mi vida es encontrar el lugar donde me siento llena, te juro que desde que llegue a esta puta ciudad no hago más que intentar convencerme de que estoy bien, de que yo elegí esta vida y de que el vacío en el pecho se pasará pronto— Digo serenamente.

—Isaac han pasado seis años desde que vivo aquí y no se ha pasado— Suspiro cansada de esta conversación —Siento haberte hecho ilusiones, no te imaginas lo mucho que te entiendo ahora mismo—

—Lo sé, tuviste mi edad hace once años— Se ríe irónico, parece que empieza a entenderlo.

—Hace once años, últimamente repito mucho esa frase—

—Creo que es hora de que me vaya— Dice abrazándome por la que creo que será la última vez.

—Encontrarás a la indicada—

—Eso espero— Dice abriendo la puerta.

Me dedica una última mirada y sale de mi apartamento.

Cuando se va me siento en la mesa de la cocina en silencio.

Esta casa es tan fría... echo de menos California.

La casa de Ryan es un sueño para mi, y además adoro lo acogedora que es, la nevera de la cocina llena de dibujos de Anna, el calendario con todas las actividades extraescolares que tiene a la semana...

Adoro caminar descalza por el pasillo y abrir la última puerta al fondo para descubrir su habitación rosa.

Suspiro nostálgica, ahora siento como si estuviese en Seattle de viaje y mi casa estuviese en San Francisco.

Marco el número de Ryan sin esperar respuesta.

Para mi sorpresa responde tras tres pitidos.

—¿Hola?—

—Hola, yo... no esperaba que contestases—

—Aún así has llamado— Dice con diversión.

—Sí... ¿Qué estás haciendo?— Digo curiosa.

Siento un leve dolor en mi estómago pero lo ignoro, mi menstruación tiene que estar a punto de llegar.

—Pues... estoy trabajando—

—¿A esta hora?—

—Tengo que presentar esto para la reunión de mañana—

—Ya... ¿y Ana?—

—Durmiendo, estaba muy cansada—

—Se habrá pasado el día jugando con London—

—Sí— Se ríe. —Son las dos igual de inquietas—

—¿Y London?, ¿dónde está?— Digo con un nudo en la garganta.

—Está aquí, a mi lado—

—¿Puedo escucharla?— Digo limpiándome las lágrimas.

Escucho como Ryan acerca el teléfono al perro y escucho su respiración.

—London...— Dice Ryan.

London suelta un pequeño ladrido que hace que me ría.

—Está un poco cansada también—

—Normal...— Se me escapa un sollozo.

—¿Estás llorando?—

—Es que os echo mucho de menos—

—Nena, ¿y por qué no vuelves?—

—Es que...— Siento otra vez el dolor pero esta vez más intenso. —Oye, ahora no me encuentro bien, ¿te puedo llamar mañana?—

—¿Qué te pasa?—

—No sé, me duele la tripa, creo que es por el síndrome premenstrual o algo—

—Si es muy fuerte ve al médico, ¿vale?—

—Vale, adiós—

—Cuídate, adiós—

Cuelgo y subo al baño para ver si ya me ha venido la regla.

—Nada...— Digo en voz baja.

Pero es imposible que esté embarazada, llevo un DIU.

Me tumbo en el sofá y me sirvo una copa de vino.

Eleven (Serendipia III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora