Capítulo 15 Espasmos

324 78 4
                                    

- Eso es...Zhan...joder - murmuró Yibo con la mano cubriendo su boca.
Hacia segundos que había visto el hermoso logo que Zhan había logrado crear con esa enorme mancha de pintura: Un mágico Ave Fénix color azul, con alas resplandecientes que parecían querer salir de la tela. El estallido de colores que creaba era hermoso y dejaba ver en claro los propósitos de esa postura; las ganas de renacer y alzar vuelo.

- Fue lo primero que se me ocurrió...se que... - dijo, pensando bien sus palabras - Su lucha ha sido pisoteada y hundida bastantes veces...estando en contra de un gobierno fascista y corrupto, pero... - el pelirosado se acercó a la enorme y larga pancarta, agachándose para poder tocar suavemente la tela - Siempre van a levantarse otra vez, renaciendo como un Fénix. Sí, lo sé, un poco cliché...

Yibo y Zhuo Cheng habían quedado sorprendidos, al igual que la gente que se estaba acercando poco a poco, todos sorprendidos de que alguien había podido mejorar ese desastre de pintura que le habían dejado.
Unas palmas se escucharon sonar de fondo, junto con otras, y otras, y otras.
Zhuo Cheng asintió con la cabeza para comenzar a aplaudir, Zhan desvío su mirada de él para ver al castaño, quien dejaba ver una hermosa sonrisa sincera, comenzando a aplaudir al pelirosado.
Zhan se sintió en el cielo por unos segundos. Igual que el ave.

- ¡Qué comience la marcha de una vez! - gritó alguien de fondo para ser vitoreado por todos.
Como si fueran termitas agotando todo a su paso, rápidamente las cosas comenzaron a desaparecer junto con la gente, la cual se reunía en una sola fila enorme y se colocaba en la gran calle.
Zhan se sintió bien al ver a Yibo y Zhuo Cheng levantar con cuidado la pancarta, haciéndole un lugar a él justo en el medio. Más gente se posicionó detrás de la tela para sostenerla y prepararse para marchar. Al frente de todo.
Justo en ese momento el pelirosado observó a lo lejos a un sujeto sentado en un árbol, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Lograba divisar el rojizo de su pelo y lo nacarado de su piel.

- Ese es Hai Kuan - le indicó Yibo, acercándose a él - Cuando quiera vendrá, es mejor darle su espacio.

Zhan asintió y trató de no preguntar más ni seguir viéndole, pero había algo que le decía que no la estaba pasando bien, como si le faltara ese típico brillo esencial de una persona feliz.
Era obvio.

Hai Kuan no lo era.

- ¡Bien, todos! - gritó Zhuo Cheng a un lado de Yibo - ¡Comenzamos en tres! - cantó mientras todos se sumaban a la cuenta regresiva.
Zhan también así lo hizo gritando un efusivo dos mientras se miraban con Yibo, como esperando el momento justo para saltar de felicidad.

- ¡Uno! - terminaron todos y comenzaron a marchar, junto a silbidos y gritos de alegría. El pelirosado pudo escuchar tambores a lo lejos y gente cantando alguna especie de cántico.

Tengo que aprenderlos pronto.

El castaño rugía cerca de Zhan alzando su puño y gritando al cantar.

Zhan amaba esa sensación de euforia y compañerismo en el aire, todos por un bien en común; de repente no importaba a que equipo de fútbol alentaba cada uno, de que zona eras, que música escuchabas o si preferías perros o gatos. Todos eran amigos y se ayudaban entre sí, levantando las pancartas y cantando a la par.
Los pelos rubio de Zhuo Cheng se encontraban siendo revoleados por el viento y a Zhan le pareció gracioso, pasó la vista hacia su amigo y musa: Yibo estaba muy feliz, con brillo en los ojos y la boca abierta de par en par gritando. Todo en él era hermoso y tierno a la vez.

Llegaron a una esquina y cruzaron con cuidado, siendo interrumpidos por una fila de autos.
Cuando esto se calmó y las bocinas dejaron de sonar, volvieron a marchar, con los tambores a todo volumen y la gente rugiendo, llegando poco a poco hasta el centro de la capital, su primera parada.
Las personas de los bordes comenzaron a sacar de las enormes mochilas que traían grandes cantidades de panfletos y pulseras, comendo a repartirse entre sí.

- Ahora nos quedaremos aquí un momento y repartiremos todo, luego seguimos por la Gran Avenida e iremos a la Sede de la Casa de Gobierno - le explicó Yibo mientras se dirigían hacia un árbol. Todos los que tenían la gran tela ataron los bordes uno en cada rama, dejando ver el gran ave volando en el viento.

- Bien, ¿Te apetece otro café? - dijo un poco gracioso el castaño, mientras buscaba a Zhuo Cheng con la vista. Lo vió a la distancia con un termo de café en mano, sirviéndole una taza al pelirrojo mientras le sonreía.
Zhan vió esto y se sorprendió: de repente, Hai Kuan estaba riéndose.

- Bueno pues al parecer el café tendrá que esperar - dijo Yibo dándose vuelta. Zhan sintió su voz pesada, así que miró al castaño.
Se encontraba pálido y con la respiración pesada, sus ojos no podían encontrar un punto fijo y una gota de sudor frío comenzó a resbalarse por su frente.

- Yibo, ¿Estás bien? - pregunto el pelirosado, preocupado. Se acercó un poco y el menor retrocedió un paso.

- S-sí Zhan, estoy...bien...Iré a pedirle el café a Zhuo Cheng.

Zhan sabía que Yibo lo hacía para demostrar ser valiente, para fingir que todo estaba bien, como si no quisiera verse débil.
Dio media vuelta y Zhan habló.

- Te he dicho que no hace falta, Yibo, está bien.

El castaño negó.

- No.

Y cuando volvió sobre si para dirigirse hacia su amigo, se quedó congelado en su lugar. Sus ojos se abrieron como platos y su presión disminuyó, ya que destrastabilló y cayó directo al suelo, colocando sus manos como soporte.
Empezó a jadear y tratar de respirar: Era un ataque de pánico.
Zhan se asustó y rápidamente de agachó junto a su musa para palmearle la espalda y hacer que se sentara en el césped, palpándole la cara para que espabile.
Cuando giró la cabeza para ver que era lo que había ocasionado esto, vió a los dos amigos besarse bajo el gran árbol, con fervor. Zhuo Cheng cerraba los ojos y Hai Kuan los mantenía entreabiertos, mientras las manos del blanquecino tanteaban el cuerpo del pelirrojo y este se dejaba hacer.
No, no se estaban besando.

Zhuo Cheng estaba besando a Hai Kuan.

Y Yibo tenía un ataque de pánico.

PastelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora