"Primer encuentro"
***
El reino humano era un asco.
Lan-Sui llevaba la mitad del tiempo vagando por las calles, más perdida que un barco sin brújula en medio del océano. Era pequeña, con cuatro años y tres días en el bolsillo, apenas y comprendía lo que era no poder volver a casa por cualquier camino que tomara.
Salir a jugar sola sin duda fue una mala elección, pero hasta ahora no parecía ni arrepentida, ni triste. Caminaba tranquila, como si ese fuera su reino y no de alguien más, las manos detrás de las espalda y la mirada amenazante apuntando al frente.
Algunos la miraban al pasar. Esos ojos eran penetrantes, y no pasó mucho para que su máscara de paz callera al suelo.
Lan-Sui era valiente.
Lan-Sui era fuerte.
Lan-Sui...
Lan-Sui quería volver con su padre.
Rompió a llorar en medio de una plaza, los mortales la rodearon, más curiosos que antes.
Siendo el foco de atención de tantos extraños, Lan-Sui se sintió peor todavía. Su llanto se intensificó. Lágrimas escurrían a chorros de su rostro, sus manitas apretaban con fuerza las túnicas que vestía, y de su garganta escapan jadeos llenos de desesperación.
No le gustaba llorar, odiaba hacerlo, le parecía una acción molesta y ruidosa, pero, por primera vez sentía que era lo único útil que podía realizar para atraer la atención de su padre.
—Hay que hacer algo para callarla.
—Ve tú y hazlo entonces.
—¡¿Yo?! ¡No sé que hacer con un demonio!
—Es fácil. —Una mujer de cabello demasiado corto, se acercó a Lan-Sui. Atreviéndose a tomarla en brazos. —Solo hay que darle lo que quiere y estará bien.
Lan-Sui se mostró reacia a que una mortal la cargara, pero al sentir el suave perfume de duraznos, cedió con obediencia, volviéndose una bolita domable en los brazos de aquella mujer.
—Tu padre está en reunión con los demás líderes. —La mujer habló mientras se alejaban de la multitud que seguía prestándoles demasiada atención. —No deberías salir sola. Si alguien supiera que la princesa anda por ahí sin seguridad podría atentar contra ti para buscar una recompensa.
—¿Cómo me conoces? —La voz de Lan-Sui sonó débil. Al escucharse a sí misma se mordió la lengua para no volver a hablar.
—Todo el mundo que tenga algo de información debería de conocerte, princesa Lan-Sui.
El camino de regreso se le hizo eterno a Lan-Sui, sus ojos se cerraron en varias ocasiones, y, a la tercera vez que los abrió ya se encontraban en la entrada principal del jardín real. Justo el mismo punto de donde partió en la mañana.
—Llegamos. —la mujer la bajó de sus brazos. —Ahora procura no volver a irte, tu padre vendrá a buscarte más tarde. Si te aburres, tu hermano sigue debajo del árbol en el que lo dejaste atado.
La mujer hizo señas de levantarse, Lan-Sui la sostuvo por la empuñadura de su espada, reteniéndola a la misma altura que ella. Se llevó una de sus manos a la boca y mordió con fuerza hasta que la sangre comenzó a manar. Asustada, la mujer que la había traído sacó un pañuelo, pero antes de que pudiera hacer uso de el, un sabor a hierro invadió su boca.
Se separó al instante, llegando a consumir tan solo unas cuantas gotas de esa sangre sagrada.
—No hagas eso. —limpió la sangre en la mano de Lan-Sui con cuidado, luego usó el dorso de su propia mano para borrar los rastros sangrientos en la comisura de sus labios. —Tu sangre no es cualquier cosa, guárdala para la persona indicada.
—Me ayudaste. —Lan-Sui observó su manita vendada. —Tenía que pagar tu favor con algo.
—Entonces ayúdame a no volver a escaparte. No porque esté a cargo de los niños tengo que hacer de guardia personal.
Lan-Sui no evitó que la mujer se levantara por segunda vez, y cuando la vio marchar gritó con todas sus fuerzas.
—¡¿Cómo te llamas?!
Ella respondió sin girarse, alzando una mano y agitándola a modo de despedida.
—Mo-Quing. Procura olvidarme pronto, sino, vas a tener problemas.
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The Princess And The Demon Witch II
FantasyLa escarcha se derrite con los rayos fragantes del sol, mil primaveras llegan y se van con el viento y las penas. Entre llantos una niña llora y una emperatriz surge, baños de oro, joyas, diamantes y... Desamor. Tragedias y rojo carmesí de sangre, c...