"Lo único en común con mi madre, es el amor que ambas le guardamos al emperador."
Lan-Sui.
Viento ártico se revelaba en el exterior, los copos nevados volaban de un lado a otro, amontonándose traviesos para crear un clima osco, demasiado impredecible, demasiado incontrolable.
A falta de un emperador en el trono, el clan Nieve se puso patas arriba. No había quien se atreviera a asumir lo peor, pero luego de un mes sin noticias las esperanzas florecientes pasaban a marchitarse.
—¿Tenemos noticias de la corte estelar? —Andrómeda esperó paciente la respuesta que demoró más de lo que le hubiera gustado.
El mensajero temía abrir la boca y usar palabras impropias para dirigirse a su emperatriz, y no por lo que ella pudiera hacerle, sino porque estar bajo la presión que influía la mirada de Lan-Sui le causaba vértigo y temor.
La princesa tuvo fama de tener un carácter delicado desde que era una criatura diminuta que apenas y podía mantenerse en pie con ayuda, con el tiempo ese carácter se pulió como una hoja afilada, convirtiéndose en algo letal y peligroso si no se trataba con cuidado.
Tragó saliva repetidas veces, abriendo y cerrando la boca, al final no dijo nada.
—La emperatriz te ha echo una pregunta. —Lan-Sui no fue grosera, pero el demonio sintió que repentinamente debía de arrodillarse y pedir perdón.
—No emperatriz. Los emperadores no interferirán esta vez, el emperador Lu tuvo una recaída debido a que gastó poder en lo que parece ser una resucitación, su cuerpo lleva años inestable, es imposible para él hacer algo ahora, y su esposo no tiene planes de separarse de su lado. Estamos solos majestad.
—Ya veo. —La emperatriz bajó su taza de té y despidió al mensajero, quien estuvo gustoso de alejarse de la atmosfera tan agobiante por culpa de Lan-Sui.
—Iré al clan Luna. —Lan-Sui se puso de pie, Andrómeda la retuvo jalándola por la esquina de sus túnicas. —¿Emperatriz?
Ordenándole con un ademán que regresara a su lugar, la emperatriz la soltó y buscó al tanteo su taza.
—No irás, tú no. Gracias a tu magia nuestro clan no ha perdido sus barreras, es inadecuado que te marches.
—Entonces iré yo. —Ágape terminó su té y apretó la taza, la porcelana se quebró por la fuerza aplicada. —Nadie tiene por qué saberlo, sino alertamos al clan entonces no podrán anticipar nuestra llegada, y si ellos son los culpables quedarán expuestos.
—Es peligroso.
—Es por el emperador. —dijo Ágape, necia a no aceptar ninguna otra respuesta que no fuera un sí.
Viendo que no quedaba nada por lo qué oponerse, Andrómeda terminó cediendo.
Esa misma tarde, siendo acompañada por una de sus damas de compañía, Ágape dejó en clan Nieve para dirigirse al territorio donde la luz de la luna iluminaba los cielos y la tierra con mayor fervor.
—Ten un buen viaje.
Ágape se detuvo al escuchar la voz de su hija llegar desde atrás, se giró para toparse con un rostro carente de emociones pero firme en darle su apoyo para que fuera con suerte y regresara con el emperador.
—Gracias Lan-Sui, cuídalos. ¿Entendiste? No quiero errores de tu parte, tienes el poder, úsalo para proteger el palacio de tu padre.
Por primera vez no hubieron chispas volando, la indiferencia se dejó de lado cuando Lan-Sui asintió sin llegar a bajar demasiado la cabeza. Estaba ahí por su padre, no por la mujer que la trajo al mundo, si ella insistía en ir a buscar a Wan-Lian, ella la apoyaría, pero jamás sobrepasaría las propias barreras que estableció antes.
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The Princess And The Demon Witch II
FantasyLa escarcha se derrite con los rayos fragantes del sol, mil primaveras llegan y se van con el viento y las penas. Entre llantos una niña llora y una emperatriz surge, baños de oro, joyas, diamantes y... Desamor. Tragedias y rojo carmesí de sangre, c...