Capítulo 09

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"El mundo busca poder, pero también le teme."

Mo-Quing

Igual que la veloz carrera de las estaciones, o la vida contra el tiempo, los días en la ciudad blanca pasaron volando, más rápidos que un fugaz destello que se pierde en la nada. 

El verano comenzaba cuando Lan-Sui y Mo-Quing retornaron al pantano. A lo largo del camino la nieve se derretía, muy, pero muy lentamente, como si tuviera pereza de extinguirse para abrirle paso a una vegetación variada que duraba muy poco, apenas un par de meses, para luego decaer de regreso en la blancura.

Pax no estuvo contenta con la partida del dúo, pero ante la petición tan solemne de la princesa Zaia no pudo hacer nada, una vez tuvo de regreso a aquel par, tampoco se notaba contenta. 

Los días siguieron su curso, sin esperar a nadie o a nada; Lan-Sui entrenó con Mo-Quing, pero habiendo dominado las bases centrales de su arte, no le quedaba más que descubrir nuevas técnicas por sí misma, aún así apreciaba demasiado que Mo-Quing siguiera a su lado, y sin ocultarlo al mundo, comenzó a llamarla maestra abiertamente.

Ante los ojos de las brujas no fue nada bueno que la relación entre ambas se hiciera tan íntima, temían a Mo-Quing mucho antes de que Lan-Sui se volviera su aliada y la favoreciera como nunca antes a ningún otro, con eso, ahora le temían más. Y no era solo el miedo lo que las hacía aborrecer aquellas interacciones, sino también el rencor y los celos.

Comenzó como un chisme y susurros en las comidas, intercambios de opiniones que cambiaron, tomaron fuerza. Mo-Quing fue general bajo el mando de la madre de Pax, y antes, a su abuela también le sirvió en sus últimos años de vida, de hecho, fue esta reina quien la trajo de regreso a donde pertenecía. Pero no por ser rescatada por la familia real significaba que siempre les sería leal, uno conocía el corazón retorcido de los demonios, todas pensaron que Lan-Sui envenenó a una de las suyas para que las traicionara.

Y sin más prueba que sus palabras vacías y carentes de todo sentido, corrieron a la tienda real para comunicárselo a la reina, quien tampoco estaba en buenos términos con esa unión, y al escuchar lo que las voces le  dijeron su calma en recipiente de vidrio, se rompió.

En ese momento había transcurrido un año de que Lan-Sui fuera puesta bajo el cuidado de Mo-Quing por ordenes de la ciudad estelar, ordenes que Pax no podía desobedecer. Teniendo esto en cuenta, y viendo que era imposible separarlas por las buenas, optó por distanciarlas a las malas.

—¿Me llamó majestad? —Mo-Quing entró a la tienda. Pax hizo una mueca al verla, teniendo tantas túnicas preciosas para lucir, aún no comprendía porqué seguía usando conjuntos masculinos con protecciones de cuero. —¿Majestad? —insistió Mo-Quing al percatarse que la reina en lugar de hablar no hacía más que mirarla.

—Necesito que hagas un encargo para mí.

Mo-Quing asintió enseguida.

—Mi primo, el rey Taros tiene en su poder un manuscrito que habla sobre la fertilidad imparcial entre ambos géneros para los mortales. Quiero casar a Armin con una buena persona, pero, después de Lan-Sui, la princesa Ñiels del clan de Acero es la más apta. Sin embargo, si mi hija va casarse con una mujer, debe de ser capaz de darle hijos, necesito ese pergamino para que no haya problemas, no de nuevo. ¿Entendiste?

Mo-Quing lo encontró bastante absurdo, hasta lo que sabía, solo los demonios del clan cielo, y los machos de los otros clanes demoniacos, podían ser iguales en dar o traer bebés al mundo. Y en caso de que dicho pergamino existiera, no encontraba tan razonable que la reina la mandara a ella directamente cuando bien podía enviar un mensajero, después de todo su relación con el líder del clan vecino no era mala.

The Princess And The Demon Witch IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora