"Cuidamos lo que queremos, no lo que nos pertenece."
Mo-Quing
Tres de las cinco veces que Lan-Sui vio a su cuñado, no le prestó demasiada atención. Hasta donde llegó a saber, era un plebeyo de la corte estelar, un demonio de la misma generación que Zaia, trabajador, listo, y por sobre todo, amable, respetuoso y amoroso con su hermana.
Al conocerlo, Lan-Sui lo aprobó casi al instante, sintiéndose feliz porque su hermana estaría acompañada de alguien agradable, aunque demasiado callado y tímido para su gusto y el de JiuJiu.
Habían pasado más de cien años desde la cacería de luna llena de Zaia, y en todo ese tiempo su prometido seguía siendo un granito de arena puro e inocente. Zaia tuvo que advertir y amenazar a sus hermanos para que no intentaran nada en contra de la pobre criatura.
Lan-Sui prefirió mantenerse alejada de su cuñado, lo trataba bien, pero estar demasiado tiempo a su lado resultaría agobiante, en especial porque apenas y hablaba, terminaría haciendo locuras por el aburrimiento y en consecuencia su mayor la regresaría a los pantanos sin permitirle asistir a su boda. JiuJiu tampoco se mostró interesado en al convivencia con el demonio, iba a verlo una vez al día y salía huyendo al notar la perfección y el orden de su vida diaria.
Al final, la única compañía del chico en los días próximos a su boda, fueron sus parientes que viajaron de la ciudad estelar para establecerse temporalmente en el castillo de la montaña, la emperatriz, la primera dama, y por algún extraño motivo, Mo-Quing.
—Me agrada. —comentó Mo-Quing mientras se vestía para asistir al tan esperado día blanco. —Es un buen chico.
Lan-Sui jugó con la corona en sus manos dudando entre hacer caso o no, a su madre. Terminó ignorando la orden y la corona regresó a su lugar en el cofre.
—Nunca dije que no lo fuera. —Lan-Sui apretó por accidente el perfume y estornudó al recibir el aroma directo en el rostro. —El asunto es simple, no me parece alguien con quien pueda pasar mucho rato. Su calma es demasiada, tiene tanta paciencia que me da miedo. Prefiero estar con gente que un día te obligue a entrenar y al otro asuste a tu padre de por vida.
—¿Tu padre me teme de por vida? —Mo-Quing se giró.
—No dije que hablaba de ti, ¿ o sí?
—Lan-Sui. —JiuJiu entró sin tocar. —Ven conmigo ahora, tengo mi regalo pero es muy pesado para llevarlo abajo.
—¿Qué? No, espera. JiuJiu, Mo-Quing...
Lan-Sui fue jalada fuera de la habitación y Mo-QUing ni siquiera estuvo al tanto, su mente seguía perdida en lo que Lan-Sui dijo, manteniéndose en un estado en el que no sabía si sentirse honrada o preocupada.
—El emperador me teme de por vida. —dijo apenas volvió en sí, pero no había nadie que la escuchara. Mo-Quing se quedó perpleja. —¿Eh?
***
Zaia reemplazó las túnicas de su clan por un vestido largo de mangas acampanadas, sobre sus hombros una capa cayó a lo largo de su espalda. Igual que las faldas de la montaña, era blanca. Zed lucía los mismos tonos, y la vestimenta era muy parecida; al escuchar esto, Lan-Sui se echó a reír por imaginarlo con vestido, pero al entrar al salón él vestía un traje con los bordados de su nuevo clan. Lo encontraba atractivo, nunca negaría la belleza de todos, inmortales y mortales, pero no por eso sentía particular interés en su cuñado. Era otro rostro bonito entre tantos alrededor del mundo, quizá por eso no llegó a entender como fue posible que el rostro de su hermana se iluminara tanto al verlo.
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The Princess And The Demon Witch II
FantasyLa escarcha se derrite con los rayos fragantes del sol, mil primaveras llegan y se van con el viento y las penas. Entre llantos una niña llora y una emperatriz surge, baños de oro, joyas, diamantes y... Desamor. Tragedias y rojo carmesí de sangre, c...