Capítulo 13

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"Cuando eres una vocecita en medio de la nada, lo único que tienes que hacer para que te escuchen es gritar más fuerte."

Mo-Quing

En una pela de llamas y agua, las llamas estaban condenadas a extinguirse desde el comienzo. La resistencia a la humedad podía extenderse por horas, días incluso, pero, en algún punto cederían, dejando de arder.

Con Mo-Quing fue lo mismo. 

Su arte en la guerra era una hazaña merecedora de las baladas y los relatos líricos que perduran contra el tiempo, Zagan fue leyenda al desenvainarse, y nuevamente reclamaba con furor su título.

Los pasos que daba, en la tierra y en el aire, eran delicados y rápidos, imitando la soltura de las hojas que caían con los primeros vientos del otoño. 

En un pasado, sus movimientos iban plagados de intenciones asesinas, los que ejecutaba en plena danza de supervivencia, reflejaban su nuevo deseo por vivir. 

Quería vivir más que nada en el mundo.

Quería ir de pesca una vez más y sufrir con las cañas que no atrapaban nada. 

Quería volver a su árbol y tomar una siesta o beber unas copas. 

Quería seguir ahí, para que cuando ella volviera pudiera recibirla con los brazos abiertos y una afirmación que confirmaría lo que tanto intentó ignorar.

Quería esperarla.

Solo dos años...

Solo ese tiempo.

Esquivó las ondas de magia y los aros de poder, doblegó las espadas, haciendo frente a la hora final que se adelantó, buscando su alma para arrastrarla a esas profundidades oscuras que todo ser vivo desconocía.

Pero Mo-Quing ingirió el veneno, su condición era la misma que la de un humano promedio que no entrena magia, que no tiene magia.  Contra seis maestras de las artes, y también de los hechizos, su cuerpo vulnerable comenzó a ceder. 

Zagan peleaba enfurecido, impaciente por recibir comandos que simplemente no llegaban por la falta de poder en las venas de su ama. Pero ese acero era temperamental, destruyó lo que encontraba, una a una, las armas del enemigo cayeron hechas polvo. 

Mo-Quing buscaba una apertura, impaciente por escapar, pero desesperada por contenerse para no matar a más de su misma sangre, podía odiarlas pero matarlas no era una opción viable. 

Quiso saltar pero un muro se interpuso entre ella y el exterior, un muro alto, caluroso, un muro de llamas que la hizo perder la concentración y soltar a Zagan.

Retrocedió para toparse con más fuego brotando de la tierra. Sintió sus piernas temblar, las palmas de sus manos se volvieron sudorosas y aquella necesidad de gritar volvió a surgir, implorando ser liberada. 

—Mo-Quing, Mo-Quing. —La voz cantarina de Armin llegó desde el exterior, amplificándose para que detrás de la cortina de fuego también se le escuchara. —¿Creíste que no descubriría tu pequeño secreto? 

No hubo respuesta y tampoco la esperó.

—Le temes al fuego. Le temes a las llamas. ¿Qué harás ahora que te rodean? 

—No. —Mo-Quing cayó al suelo y cubrió sus oído al sentir el sonido de la madera ardiendo, la circunferencia en la que estaba encerrada se fue cerrando con lentitud, jugando con su mente y su corazón. —Por favor no. ¡Paren! ¡Para! 

Armin se rio, pero las llamas no se detuvieron, por el contrario, su avance fu más feroz, obligando a Mo-Quing a retroceder hasta que su espalda chocó con el tronco de un árbol, se encogió al ver que no quedaba oportunidad. 

The Princess And The Demon Witch IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora