33. Guilt

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Playlist: Coldplay-The Scientist

《●》

-Maddie, ¿Qué cojones es este lugar?

Ella estaba sujeta al brazo de Edmund, tan contenta que daba saltitos de niña. Lo llevó a un club inmenso rodeado de paredes de piedra, diseñado para aparentar ser un campo de batalla que sólo la gente rica y mala podía visitar.

-Es nuestro nuevo trabajo, Edmund. Aquí se realizan apuestas, peleas ilegales.

-¿Son de esas peleas donde la única forma de ganar es si uno de los contrincantes sale muerto?

-Exacto. Aquí hay mucha sangre, muchos golpes, muchos muertos, pero también bailes, buena música y buenas cervezas.

-Debes estar bromeando.

-Toda esta gente con un sólo chasquido de dedos podría dejar tu cuerpo flotando en el Pacífico.

Edmund tragó grueso.

-¿Por qué querrías trabajar con gente así?

-Necesitamos dinero para comprar drogas-Maddie sujeta la cara de Edmund entre sus manos-¿Tienes miedo? ¿Vas a dejarme sola?

-Nunca, yo voy contigo a todos lados.

Maddie le da un largo beso en los labios.

-Ven, te presentaré a mis amigos, ellos te dirán que debes hacer.

-Maddie-un hombre alto y calvo se planta frente a ellos-. Te dije que no se permiten niños.

-Es mi novio-responde ella.

Edmund se infla en orgullo.

-Pues tu novio es un jodido niño y no está permitido

-Jack, por favor, no pretendas cumplir las leyes. Edmund, él es Jack, dueño de este establecimiento. Es uno de mis amigos.

Los amigos de Maddie eran tan adictos como ella, con la pequeña diferencia de que cada uno de ellos tenía el nivel de maldad en el estado más puro que Edmund hubiera visto jamás. Jack, de muy mala gana, le explicó cuál sería su nuevo trabajo: tocar con la banda del club mientras dos tipos se mataban a golpes en una especie de jaula.

Ok, mientras no tuviera él que meterse en esa jaula a recibir los golpes, podía trabajar en ese lugar.

La gente desquiciada que acudía a ver la golpiza estaba amontonada alrededor de la jaula, gritando con fervor, animando al competidor por el que apostó como si no fueran personas sino simples instrumentos de entretenimiento. Maddie se encargaba de recibir el dinero de los grandes apostadores con costosos trajes, esbirros y cigarros, y del otro lado estaba él, más feliz que una lombriz, tocando la batería con la pasión que lo caracteriza, pasando un buen rato a pesar de que la situación en general era para morirse del miedo, pero Edmund no podía morirse del miedo porque tocaba la batería y veía a Maddie perfectamente desde su posición...¿Por qué habría que temer?

Al segundo de pensar eso, notó entre la multitud un rostro familiar, un rostro que solía ver todos los días...a Edmund se le congeló la sangre.

Tai estaba caminando entre la multitud buscando algo, buscándolo a él. El cabello de Tai estaba peinado como si fuera a una jodida pasarela, y su rostro, siempre llamativo desde que eran niños, lograba girar varias cabezas femeninas que iban colgadas del brazo de un magnate criminal que por pura rabia podían pegarle un tiro en la cabeza.

Más allá de este mundo (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora