MAINE
Playlist: Ariana Grande-34+35
(+18)
《●》
La habitación de Edmund es poco común. Estoy llegando a pensar que todo en él es poco común.
Lo primero que noté fueron las paredes cubiertas de pizarras que se alzaban hasta el techo como torres, y vamos, ¿Habías visto algo así? Yo ni en sueños. Además, en cada una de ellas habían garabatos, notas, fórmulas matemáticas, pentagramas, símbolos, como si los mismísimos Beethoven y Einstein compartieran esta habitación con él. Su cama ni siquiera era una cama, pues solo llegué a visualizar un colchón posicionado en una esquina decorado con sábanas negras. Su armario tenía pegado con cinta adhesiva todo tipo de afiches, desde bateristas famosos hasta bandas como Queen y los Rolling Stones. Un espacio de la habitación tenía la forma de un estudio de música-lugar de juegos, pues habían discos, un equipo de grabación, bocinas rompe tímpanos, la súper computadora, luces de colores...tal vez sube vídeos a Youtube. En otra área había un inmenso librero con revistas de National Geographic, y por último pero no menos importante, la batería, que estaba básicamente en el centro como la atracción principal.
-¿Te gusta?-pregunta, imitando los movimientos de mi cabeza. No podía dejar de darle vueltas a cada pequeña zona de la habitación.
-Creo que tienes un diseño muy único-me dirijo al librero, ojeando detenidamente cada título. Eran muchos-¿Has leído todos y cada uno?
-Claro, no los tengo por puro lujo. Las historias son increíbles, Maine. Hablan sobre la conquista de Kazán por Iván el Terrible, sobre Borobudur, El Príncipe Negro, La toma de la Bastilla...¿Y eso a qué vino?
Le di a Edmund un fugaz beso en la mejilla, y acariciando su sedoso cabello negro, solo dije:
-Eres tan nerd, Chico Listo-apoyo mi boca en su oído para susurrar-. Es muy sexy.
Me regala una linda media sonrisa. Abandono el interés por el librero y me quedo sentada frente a su batería.
-Te voy a tocar una canción-extiendo mi mano a la suya, pidiendo prestadas sus baquetas azules. Dudó un poco, seguro le pasó por la cabeza decirme que no, pero a la final dejó en mis manos el objeto que era tan ferozmente importante para él como su vida. Envolví sus baquetas en mis dedos. La madera se sentía caliente y pesada por el exceso de historia dentro de sí. Las baquetas de Edmund viven, puedo escuchar los latidos de su corazón-. Chico Listo, ¿Las baquetas o yo?
-Tú-contesta de inmediato.
-¿Las baquetas o Tai?
-Las baquetas.
Me reí.
-A Tai no le gustará escuchar eso-digo, y enseguida empiezo a golpetear la batería a lo loco, sin orden o consideración por el oído ajeno.
Edmund se cubrió los oídos.
-¿Intentas matar a toda la cuadra?
-Estoy tocando una canción de Billie-digo-. Estoy tocando Happier Than Ever.
-Más bien estás invocando a todos los demonios del infierno, ¡Detente!-dice entre carcajadas y me arrebata las baquetas-. Te voy a enseñar cómo se hace, mi hermosa dama.
Le dejo el lugar. Edmund estira sus dedos, acariciando sus baquetas con las yemas, cierra los ojos, suelta el aire y empieza a deleitar mis oídos. Cada vez que lo veo tocar es como verlo volar, traspasando fronteras divinas, alcanzando el clímax de cada nota. Veo edificios en llamas, veo liberación, veo cometas invadiendo el cielo, al sol saliendo después de una fuerte lluvia, un café en las mañanas, un nacimiento, una fiesta de cumpleaños, y de dónde salen esas historias brotan muchas más, porque lo que Edmund causa con sus melodías no lo causa nadie. Tu cuerpo se llena de emociones que no puedes definir, y solo quieres escucharlo toda la vida, respirar a través del sonido de la batería como si él fuera el flautista de Hamelín...mi novio toca con el alma y el corazón. Él toca para cada persona viva y muerta, toca entregando todo, y si alguien me dice que no es el mejor baterista sobre esta tierra, le voy a meter tantos cerdos a su casa que no va a poder sacarlos nunca.
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Más allá de este mundo (Libro I)
Roman d'amour-------------------------------- Si algo tiene claro Maine Samuels en esta vida es que quiere morirse. Lo anhelaba. Lo necesitaba. Pero lo que Maine no sabe es que toda oscuridad tiene su latente luz, que llegó con la forma de Edmund Bianchi, un ita...