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Una vez oyó que los reyes eran la representación de Dios en la tierra, que cumplían aquella divinidad de gobernar el mundo que Dios había creado, era algo que siempre se les decía en las escuelas; adiestrándolos para que así tuvieran un apoyo incondicional hacia los supuestos gobernantes, aquellos que habían causado tantas lágrimas en su gente. Tener al pueblo sumido en supuestas leyendas sobre el origen y poder de la monarquía lo era todo para los reyes y la familia real. Pues era mejor que pensaran que eran los mandados de Dios, a que se diesen cuenta de cómo habían conocido todo el poder; derramando tanta sangre, hiriendo de gravedad a personas que estaban por debajo de ellos.

Y el día de hoy en el horizonte se podía divisar como las nubes se iban apilando para volver el día en uno gris y nublado, frío y solitario. Tal vez la divinidad temía por el destino que se implantaba a sus supuestos enviados.

Jungkook arreglaba su uniforme mientras mantenía la expresión neutra, acomodando los medallones que se le entregó una vez la guerra terminó, alistándose para un día bastante importante. Hoy era el ascenso de muchos militares, él era uno de ellos. Como muchos le decían "tenía el mejor ascenso", pues solamente tendría que servir de escolta para la alteza real, el puesto más alto en reputación para militares, la caballeriza real.

Algo estúpido, el pensaba. La supuesta recompensa que recibía por su gran esfuerzo en la guerra, el haber puesto su vida en peligro por personas que detestaba, era una mierda.

Pero serviría de algo, para cambiar el rumbo de la historia de su nación. Después de todo, hacer rodar sus cabezas era más importante que la recompensa que pudiese recibir por sus logros de guerra.

Al terminar con sus medallas, ató su cinturón a su cintura posicionando su espada y pistola en su lugar, listo para cumplir el primer paso de lo que impulsaría la revolución.

Llegaron por él minutos después, un carruaje real esperando por él fuera de su hogar, adentrándose a aquel vehículo comenzó su trayectoria. Las cosas después pasaron rápido, sabía muy bien cual era todo el protocolo que se seguiría. Estaban a minutos de recibir a los reyes, los pocos que recibirían un ascenso o condecoración estaban formados en dos columnas, el primero de estas era Jungkook.

Quien más logros de guerra había tenido y quien poseía el ascenso más importante.

El colegio militar lucía muy distinto, se veía caro, como las iglesias de los reyes o los teatros de la aristocracia; estaba decorado con gamuzas, candelabros y figuras de oro. Demostrando la divinidad y majestuosidad de la sangre real.

Mientras Jungkook inspeccionaba los retratos de los reyes frente a ellos las trompetas sonaron y todos los que estaban de pie se arrodillaron en cuanto el rey se asomó por la puerta del recinto militar, agachando la cabeza, demostrando lealtad, sumisión. Todos estaban en una misma posición, rendidos ante los dos reyes, mirando el suelo, viendo pasar sus capas de gamuza. En cuanto las trompetas cesaron pudieron levantar sus cabezas para así admirar a sus gobernantes.

Kim Seokjin y Park Jimin, ambos lado a lado mientras poseían sus coronas y sus joyas. Llevando a cabo su gran show, como los mandados por Dios. Majestuosos y poderosos, teniendo a sus pies a todo un ejército, el poder escurriendo de sus manos.

La ceremonia empezó, quien estaba encargado de efectuar los ascensos militares era el rey omega, su alteza real. Por lo que fue él quien llamó a Jungkook para que recibiese su medalla y su importante ascenso.

—Jeon Jungkook. —Se escuchó en todo el lugar, el eco rebotando contra las paredes. La voz del rey omega era firme, fuerte y suave a la vez.

Jungkook se levantó, caminando por el pasillo hasta llegar frente al rey omega, haciéndole una reverencia y arrodillándose frente a él. Agachando su cabeza ante una persona detestable.

Dollie ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora