III

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Los lugares grandes como aquel palacio siempre estaban infestados de silencio, cuando te detenías en el pasillo y se escuchaba con claridad se podía escuchar hasta como una aguja golpeaba contra el mármol, aunque, jamás se escuchaba las voces de la realeza. Era como un castillo fantasma, Jungkook tenía la teoría de que se sentía de aquella forma porque la familia real era cuidadosa y que se protegía de cualquier cosa, hasta de sus propias palabras; ahora que claramente estaban en peligro tenían que hacerlo para seguir con su línea.

Al igual que el castillo, los pocos días que había estado cerca de Park Jimin el silencio había sido lo principal, lo que los rodeaba. Igualmente, no había pasado tanto tiempo a su lado, casi no se separaba de su esposo, siempre estaban juntos; tomando el té, conversando en el jardín y dándose sonrisas muy a menudo. Cual dos palomas enamoradas.

Así que el trabajo de Jungkook se reducía en mantenerse en el castillo, haciendo algunos papeleos de su base y del cuerpo militar, en reuniones con los demás soldados y escuchando minuciosamente los pequeños planes en contra de la revolución, siempre un paso adelante.

El silencio de los pasillos fue interrumpido en cuanto escuchó fuera de su oficina algunos soldados y guardias moviéndose, por protocolo tenía que hacer lo mismo, así que salió de su cómoda oficina para ir hacia donde estaba el ruido en aquel silencioso palacio. Al llegar se encontró con el rey y sus guardias, hizo una reverencia en cuanto sus ojos se toparon con los imperturbables de Seokjin.

—Su majestad. —Dijo, irguiendo su espalda.

—Jungkook. —Dijo, acomodando el saco que le cubría la espalda y los hombros. —Que bueno que estés aquí, así te doy la orden del día en persona.

Jungkook asintió, dejando que el rey siguiera.

—Como sabrás, ayer se quedó en una reunión diplomática en el cuartel general a medio día. Todo se informará después, mientras tanto, te necesito aquí cumpliendo tu labor.

—Así será, su majestad.

—Bien. —Asintió, una diminuta sonrisa formándose en sus labios, mirando de pies a cabeza a Jungkook, analizando cada centímetro de su ser. Usando su hurtada autoridad. —Espero que no se te haya olvidado lo que hablamos la primera vez.

Claramente no se le había olvidado, por eso Jungkook asintió.

La protección a la vida de Park Jimin había sido dejada en las manos de Jungkook en cuanto el rey dejó el palacio, subiendo a su carruaje con sus guardias y soldados. Se le hacía cómico a Jungkook, de muchas formas.

Dos pájaros de un solo tiro.

Camino para ir a buscar algo de información sobre el paradero de Park Jimin, se encontró con una de las mucamas y esta le informo que aún estaba en su alcoba, que solamente saldría para la hora del almuerzo pues ya había desayunado, y fue un peso menos en su espalda, quería acabar con todo el papeleo que el general de la caballeriza le había dejado.

Prefería quemar sus pestañas a vigilar al muñeco de Kim Seokjin.

Así que fue así, de alguna forma, con su atención puesta en los papeles y su espalda volviéndose una con el espaldar de su silla. Salió de su oficina solamente cuando lo llamaron para almorzar, dándole un breve vistazo al comedor principal; encontrándose con la mirada de Park Jimin, atento en su comida mientras era acompañado por su demás familia. Paso de largo al percatarse que se mantenía en el castillo; pues solo lo tenía que vigilar si salía de este, el omega no parecía tener intención de hacerlo.

Mejor para él.

Después de un rápido almuerzo, volvió a su oficina, viendo por la ventana que Park Jimin estaba sentado en una de las bancas en el jardín, tomando solamente el sol mientras su expresión se mantenía en blanco. Soltó un suspiro, dejando sus papeles en su lugar para así salir a mantenerse cerca del omega, cumpliendo su deber. Todo por una causa.

Dollie ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora