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Un buen café siempre era el causante de despegar por completo sus párpados, empezando uno más de sus días, escribiendo con tinta negra en su informe diario; anotando la fecha del día, por la noche saldría, como era alguien de la caballeriza real y como era el puesto más alto dentro del castillo podría salir sin tener que avisarle sobre su paradero al rey; entregaría su informe bastante detallado de todo el castillo y las varias salidas que se encontraban, pasadizos por las paredes y el pasillo que era específico para escapar. Toda monarquía tenía el pasillo de la vergüenza, en donde tendrían que pasar como cucarachas para salir del castillo que ardía por las injusticias que se había cometido por tanto tiempo. Y todas aquellas salidas serían previstas y atacadas, se esperaría al final del pasillo de la vergüenza.

Después de escribir la fecha de hoy guardo los papeles dentro de su escritorio, cerrando con su llave y guardándola en su bolsillo. Salió de su oficina, camino por los pasillos encontrándose con distintas mucamas y trabajadores del castillo. En su camino se topó con un soldado, alguien que conocía de las trincheras, no era uno de sus compañeros de revolución, pero sí un compañero de guerra quien peleó con la muerte al lado.

—Coronel Jeon. —Le dio el saludo respectivo a su, saludándolo con una ligera sonrisa.

—Hyun. —Asintió recibiendo la pequeña sonrisa de amabilidad. —¿Qué te trae por aquí?

—Vine como parte de la escolta que acompañara al rey a la reunión donde se hablará sobre el destino de los revoltosos.

—¿A si? ¿Y que se ha hablado hasta ahora?

—Que se hará una emboscada, se nos informó que, por las mañanas, a eso de las cinco de la mañana se reúnen en medio del bosque cercano a los riscos, es ahí donde tienen una de sus reuniones, aquellas para hablar sobre lo que se hará en siguientes días.

—Oh, vaya. —Fingió sorpresa. —Eso es una muy buena información, tienen que mantenerla lo más confidencial que puedan, será contraproducente que de alguna forma se filtre.

—Lo sé, mi coronel. Aunque usted ya debe saber por adelantado todo lo que se hará.

—Algo así. —Mintió. —Solo nos dan detalles a grandes rasgos, lo más importante.

—Bueno, mi coronel, tengo que volver a mi línea, el rey quiere que estemos en línea para que así todo vaya acorde.

—Y será mejor que te apresures, nada tiene que fallar. La nación que hemos protegido durante la guerra, no puede ser tambaleada por algunos.

El soldado volvió a efectuar el saludo a su superior y se fue. Ser el héroe de guerra lo hacía ver como el representante del patriotismo, de la devoción a la corona y a la dinastía, era muy bueno, nadie jamás miraría de otra forma al héroe de guerra Jeon Jungkook, a nadie se le ocurriría que fuese un traidor. Mejor así, ahora podía ir con esa información hacia los suyos.

Siempre un paso adelante.

Volvió a su oficina para escribir lo que se le había informado, sentado en su asiento de madera y con el plumón en su mano comenzó a hacerlo, pero dejándolo a la mitad cuando fue distraído por la pequeña risilla que escuchó a través de la ventana que daba hacia el jardín. Se volteó para ver de dónde provenía, encontrándose con la pareja real.

Jimin sentando en el regazo del rey Seokjin, escondiéndose en su cuello mientras ocultaba su sonrisa, desde su lugar pudo ver las mejillas rojas del omega. La ventana reflejaba a la pareja compartiendo una charla, enamorando cual palomas, los brazos del rey Seokjin abrazando la cintura de su esposo mientras le hablaba al oído. La escena romántica fue interrumpida por la presencia de un soldado, suponía que este le había informado al rey que era hora de partir. La pareja se separó, un último beso fue dado en los labios del omega.

Y cuando el rey Seokjin se fue, Jungkook pudo denotar la tristeza que había invadido al rey Jimin. Quien miraba preocupado por donde se había ido su amado. Claramente, preocupado y agobiado por las constantes salidas diplomáticas de su esposo.

Jungkook dejó de mirarlo para terminar de escribir, finalizando con todos los detalles que se le propinaron, guardando recelosamente su informe. Volteo para ver si el rey omega aún se encontraba en el jardín trasero, ya no estaba en aquel lugar, por lo que tuvo que salir a buscarlo.

Y el primer lugar a donde fue a husmear fue al corral de los caballos, donde exitosamente lo encontró. Pero lo encontró acomodando la silla de montar sobre su caballo, con una clara intención de partir sin avisarle a nadie.

—Su alteza real.

—Jungkook. —Dijo el rey.

—No debería intentar salir sin avisar a nadie.

—Lo sé, lo lamento. Pero quería tener un momento de privacidad y estar a solas.

—Lo lamento yo, su alteza real, pero usted no puede hacer eso.

—Lo sé. —Suspiro.

—Ahora tomaré a mi caballo.

Jimin asintió, subiéndose al suyo y esperando por Jungkook.

Una vez más empezando aquel diario paseo a caballo. Siempre viendo los mechones rubios del omega mientras paseaban por un camino distinto, entre las hojas de los sauces llorones y los pétalos de los tulipanes, contemplando la vista hermosa que tenia las tierras del rey. Viendo a la distancia el gran lago que anhelaba por ser visitado.

De repente el caballo del rey se detuvo, en un lugar exacto, a la distancia se veía una enorme mansión cruzando el lago, Jimin la veía con cierta nostalgia. Apreciaba la vista y anhelada ir un poco más lejos, Jungkook lo podía notar.

—Yo no le agrado, ¿verdad? —Dijo de repente, tomando por sorpresa a Jungkook.

—¿Disculpe?

—Que yo no le agrado, ¿verdad, Jungkook?

—No entiendo porque usted insinúa aquello, su alteza real. —Por supuesto que no me agrada, Park Jimin, usted es la representación viva de la vida exagerada de los suyos, aquella que quita el pan en barrios bajos.

—Solo lo se...no le agrado.

—No es así, su alteza real.

—Claro que es así, es muy notable.

—No, no es así. —E incluso es caprichoso, herido en el ego por no agradar a todos.

El rey omega no dijo nada más, solo se quedó en silencio mientras veía los rosedales a la distancia, bastante serio y neutro. El viento sacudía sus mechones rubios, sus ojos seguían fijados en aquella mansión cruzando el lago, una pizca de anhelo se reflejó en sus pupilas.

Y por primera vez, Jungkook tuvo cierta curiosidad de saber lo que pasaba por la cabeza del rey omega. Pero no duró mucho, pues poco le importaba lo que le afligiera, lo que anhelaba y deseaba.

Después de un par de minutos el corcel del rey comenzó a caminar, volviendo sus pasos hacia el camino al castillo. En silencio como siempre solían andar, esta vez escuchando lo que el viento traía entre ramas; los susurros de los sauces llorones.

El sauce llorón que susurraba algo que no podían entender, el sauce llorón tal vez adelantaba algo de los futuros actos hacia aquellos dos protagonistas, pero no tuvieron el oído refinado para oír.

Tal vez llorarían como un sauce llorón.

O tal vez no.

Dollie ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora