XII

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Antes de contraer matrimonio con Seokjin, Jimin había oído muchas cosas, entre sus conocidos escucho el cuchicheo de cómo los matrimonios jóvenes eran los que se marchitaban con más facilidad, pues aquellos matrimonios no tenían mucha experiencia en la vida, los matrimonios que se consolidaban a una temprana edad carecían de madurez, carecían de seriedad; por eso se rompían en mentiras. Jimin había escuchado tras la puerta que era muy probable que su unión con Seokjin se debilitara con los años, sobre todo con la posición de monarcas que tenían. Aquello era un gran miedo para el omega, pues su peor pesadilla era perder el gran amor que su alfa le entregó. Al llegar al castillo pensó en aquellos cuchicheos, se atormentó con aquellas voces roncas. Pero Seokjin siempre le había logrado demostrar lo contrario, siempre logró acallar aquellas voces dentro de la cabeza de Jimin que le decían que todo se vendría abajo; aunque fuese el rey de una de las naciones más grandes y prósperas, Seokjin el legítimo rey, se sacaba días enteros para pasarlos al lado de Jimin, días enteros donde se la pasaba amándolo y adorándolo.

Pero la situación había empeorado mucho, ahora solo tenía de las manos de Seokjin en las suyas por pocas horas, el alfa se mantenía en reuniones con militares y miembros de la corte. Lo que había oído es que una llama de guerra se comenzaba a prender en las fronteras del este, la nación vecina quería una revancha para recuperar las tierras que perdieron en la reciente guerra. Aquella llama de guerra chocaba con la llama de revolución que comenzaba a esparcirse como una plaga—así lo denominaba Seokjin—asaltando el pensamiento de sus fieles súbditos. La última guerra había dejado grandes daños a la economía de los más pobres, muchos campesinos tuvieron que vender sus tierras a los hacendados para darle un pan a sus hijos, Jimin sabía que la situación era mala para los mas desafortunados; pero no sabia que tan mala era su situación, de lo único que estaba consciente era el anhelo por desechar cualquier respuesta de guerra que se pudiese dar. Ahora mismo nadie quería vivir una nueva guerra y el único que podía hacer algo sobre eso era Seokjin quien ahora tenía la mandíbula tensa y las manos masajeando su ceño.

La reunión que programó en el castillo con uno de los mayores oficiales terminó hace unos cuantos minutos atrás, Jimin entró a la oficina en cuanto el mayor dejó el castillo, quería asegurarse que Seokjin estuviese bien y que el estrés no se lo estuviese comiendo entero.

Pero lo estaba haciendo, podía sentirlo en la forma que apretaba la mandíbula y lo fuerte que masajeaba su sien, con pasos suaves camino hacia su silla, yendo a su espaldar para masajear los hombros del alfa; Jimin necesitaba hacerlo sentir bien, no le gustaba verlo de aquella forma.

Cuando deslizó sus manos desde los hombros hasta el cuello del alfa obtuvo una reacción que no se esperaba, Seokjin se alejó de su toque. Pero la necesidad de hacer sentir bien a su destinado, a su alfa, era mas grande, por lo que comenzó a soltar feromonas tranquilizadoras y llevar sus manos hacia los hombros de Seokjin, esperando calmarlo, esperando que no lo alejara.

Su ingenuidad lastimó su corazón en cuanto Seokjin se levantó de forma brusca de su asiento, dándose la vuelta para mirarlo a los ojos, completamente cabreado.

—¿Qué acaso eres estúpido? Me aleje por algo, ¿no lo captaste a la primera? —La voz con la que le decía aquello era fuerte y pesada, le había alzado la voz, casi gritándole, era la voz que había escuchado solo cuando daba órdenes y trataba a sus inferiores, nunca la había usado con él. —A la primera que me aleje de ti debiste captar que no te quiero aquí.

El alfa dijo lo último alejándose del claro omega herido, caminando directamente hacia la puerta y saliendo de esta; sin mirar atrás a los ojos llorosos de Jimin. Pues le había herido mucho el tono con el que Seokjin le había gritado, como si fuera una miserable nada, solamente lo pisoteo y se fue. Por eso se le hizo inevitable no llorar, las lágrimas silenciosas cayeron de sus mejillas mientras que con su dorso trataba de limpiarlas, acallando su llanto mientras mordía su labio; casi haciéndolo sangrar.

Dollie ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora