XXIV

4K 775 255
                                    

 El día de repente era cálido, Jimin se sentía bien después de una semana muy turbulenta, había visto una pequeña esperanza en una pequeña caja. Con una sonrisa y sonrojo en sus mejillas recogía unas cuantas rosas de su precioso jardín, las pondría en la mesita del salón de té, adornaría los lugares grises del castillo con aquellas hermosas rosas. Porque Jimin sentía que su amor había renacido.

Que no todo lo que tenía con Seokjin se había ido al diablo.

Pues por la mañana al despertar en su vacía cama matrimonial se encontró con una cajita de gamuza en la mesa de noche de Seokjin, el era alguien muy curioso por lo que no se contuvo y la abrió, dentro de la cajita había un hermoso collar de perlas. Sonrió al instante al encontrarse con un regalo tan hermoso, Seokjin se había acordado de la fecha en la que ambos se hicieron novios, sería un bello regalo.

Rápidamente la dejó en su lugar y comenzó su día con el pie derecho, sonriéndose en el espejo mientras colocaba una gargantilla en su cuello y colocaba colonia detrás de sus orejas, quería verse muy lindo para su alfa, quería que su cuello se vea precioso cuando Seokjin ponga las perlas en él.

Por aquella simple razón es que Jimin irradiaba felicidad, todo el mundo podría notarlo, sobre todo Jungkook que se encontraba alegre por la repentina felicidad del omega.

Jimin entró al salón de té con el ramo de rosas que había recolectado, las colocó en los floreros y esperó sentado a que su "familia" llegara a la hora del té. Esperaba a Seokjin, quería abrazarlo, besarlo y estar a su lado.

El tiempo se hizo eterno mientras esperaba a su alfa, pero llegó. Jimin se levantó de su asiento y corrió a sus brazos, parándose de puntas para darle un beso en los labios, comenzando su suave y lento beso. Eran de aquellos que siempre solían darse en sus días más cálidos, Jimin había extrañado mucho aquellos suaves y dulces besos. Con una sonrisa se separó de Seokjin.

—¿Y tú? ¿Por qué estás tan cariñoso? —Susurro, llevando sus manos a la cintura de Jimin, acercándolo más a su cuerpo.

—¿Tan raro es? —Sonrió en el pecho del alfa.

—Estuviste distante, por eso te lo digo. —Susurro Seokjin.

Un pensamiento que fue acallado respondió a lo dicho por Seokjin, aquella parte de Jimin que recordaba bastante bien todos los desplantes que el alfa le había estado haciendo. Pero el momento feliz acallaba a todo lo que su inconsciente respondía. Porque estaban bien y seguirían bien. Podrían ser los buenos gobernantes que siempre debieron ser.

En los brazos de Seokjin olvidaba mucho. Se olvidaba de él.

Con las manos tomadas se fueron a sentar, conversando amenamente como la hermosa pareja que se suponía eran, esperando a los demás para que los acompañen y comience la típica—y aburrida—tarde de té. Todo era como antes.

—¿Aún no pueden atrapar a ese alce? ¿Cuánto tiempo ya es? —Preguntó Irene, tomando asiento al lado de Seokjin.

—Si tan solo vieras los laberintos que tiene el bosque no abrirías la boca. —Dijo Eunwoo, encogiéndose de hombros mientras bebía de su taza.

—Es que ustedes son unos inútiles que no pueden atrapar al alce. —Dijo Irene. —Tantos días en ese lugar, no tiene sentido.

Las palabras de Irene retumbaron en la cabeza de Jimin, porque tenía razón. Seokjin iba a aquel lugar para salir de las narices de quien podría observar la falta que cometía en contra de su matrimonio. Jimin soltó un suspiro cerrando los ojos, dejando de lado todo lo que había pensado en segundos.

La puerta abriéndose llamó su atención, vio a la princesa Suji entrando al salón, llevaba pantalones y un moño, lucía muy sencilla; pero aun así era muy bella. Algo en ella llamó su atención y era el collar de perlas que había en su cuello, se parecía al que había visto por la mañana.

Dollie ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora