Capítulo 13

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Kaia

Cada momento con él me hacía descubrir algo nuevo de su personalidad. No sabía si era algo bueno o no, pero sin duda me gustaba pasar tiempo con él. Ese toque de diversión que le daba a cada cosa que hacía, la forma en que reaccionaba a mis comentarios, esa risa que dejaba caer cada vez más seguido. Todo eso hacía que deseara querer tenerlo siempre cerca de mi.

Debía ponerle un stop a este carro de emociones. No podía seguir por ese camino porque iba terminar realmente mal con esto. Si no fuera porque conocía Roger nunca creería que era homosexual. No es que tenga nada en contra de ello, al contrario, me encantaba como las personas vivían libre con su sexualidad, como debería de haber sido desde un principio. Pero en él nada daba a entender eso y me desequilibraba bastante.

No mucho después me veo frente un restaurante moderno y pintoresco, decorado con tonos blancos y verde, con muchas plantas que le daba un toque hogareño al lugar. Contaba con una espaciosa terraza con muchas mesas como una segunda estancia para degustar la comida al aire libre.

Aaron se dirige hacía allí y me sostiene la silla para que me siente antes de ocupar asiento que estaba frente a mi.

—¡Qué caballero! —donde demonios estuvo metido toda mi vida. Ya no los hacen así.

—Pero sin armadura, así que no te hagas muchas ilusiones que de cómo dejes algo en el plato me lo comeré yo, que lo sepas. Aquí no se desperdicia nada— dice juguetón dándose palmaditas en su estómago.

—Vale hombre de la cavernas, que me recomiendas— abro la carta de menú que nos trae el mesero después de darnos la bienvenida.

—¿Me dejas pedir por los dos? Te prometo que no te arrepentirás— el tono de su voz aunque estaba claro que se refería al menú tenía un deje como si encerrara algo más.

—Vale— mi mente ya me estaba haciendo imaginar cosas.

Se sumerge en una conversación con el mesero. Entre todo lo que pidió entendí solo que los entrantes eran láminas de solomillo de atún en aceite, una muestra de la cata de quesos. Después cazuela artesanal de no se que con no se cuantas cosas que desconecté hasta que me pidió mi opinión en cuanto al vino.

—Siempre que sea vino blanco no me importa. Según mi acompañante, tienen una carta muy variada aquí, así que sorpréndanme— le digo al chico que me devolvió una tímida sonrisa, anotó algo en su libreta y se marchó

—Estoy seguro que te encantará la comida.

—Si sabe cómo olía cuando pasamos cerca de la puerta de la cocina me veo lamiendo el plato— su estrepitosa risa me hace repetirme mentalmente lo que acababa de decir— o sea lo digo en sentido figurado, no es como que voy a coger el plato y lo lameré cual gato. Ya sabes, es una forma de decir.

«Kaia ya cállate mija, y ponte un filtro entre el cerebro y tu boca, no puedes decir todo tal cual lo piensas, estará pensando que soy una vikinga sin modales»

—Si te entendí, y tranquila yo si lo hago, la comida sólo tienta a chuparte los dedos al terminar— mi clítoris palpitó de entusiasmo al escuchar la palabra chupar de su boca. Que mente cochina que tengo, el hablando de comida y yo aquí preguntándome qué tan bien debería hacerlo.

No es como que lo haya pensado mucho ¿verdad? es solo que si diosito le dio esa boquita así de rica y rosadita, carnosita y deliciosa es para que la sepa chupar hasta hacer que te vengas en ella 3 veces seguidas y veas estrellas tras tus parpados.

Dejo de pensar en lo rico que sería sentarme en esa boca cuando poco después llegó el chico con los entrantes y el vino, el que no tardé en catar ¡Y que gusto! Soy fan al vino, creo que es una de las pocas cosas que aprendí de mi madre. El gusto por el buen vino, ese que se te quedaba en el paladar y hace explotar tus papilas gustativas con su sabor al deslizarse por la garganta.

Adicción Color CanelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora