Capítulo 23

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Kaia

Lloré sin consuelo durante todo el viaje en taxi, ignorando las miradas indiscretas que de vez en cuando me regalaba el conductor.

¿Qué acababa de pasar?

Vale que no era santo de la devoción de su padre y me había crucificado desde el momento uno, pero lo que vino después parecía surrealista.

¿Cómo me sentaban en la misma mesa que la ex prometida de Aaron?¿Y toda esa historia de sus ex? Sabía de sobra la vena obsesiva celopata de Aaron, pero ¿accidente? ¿hospital? eso iba mucho más allá de mi comprensión.

-¿Señorita me dice a donde va? Llevamos varias calles y aun no me da una dirección

¿A dónde puedo ir? Necesitaba hablar con alguien pero a la vez estar sola. ¿Y qué mejor que?

-Lléveme a la clínica de rehabilitación Las Lomas- ahora sí que me miro raro, pero ¿que carajos?

Sabía de sobra que allí no se le ocurriría buscarme. Lo conocía de sobra o al menos lo suficiente para saber que no me dejaría en paz esta noche y lo último que necesitaba era verlo.

Necesitaba pensar en todo esto.

Le pago al taxista y suspiro admirando al cielo. No se veía una sola estrella, esta todo nublado y se sentía un relámpago cada pocos minutos. ¡Genial, va llover! Al menos el clima estaba en sintonía con mi estado de ánimo.

Miro un segundo la fachada del edificio antes de entrar. Era una construcción antigua que aun mantenía ese encanto de castillo embrujado. Era enorme, con unos jardines igual de grandes y preciosos. Pero qué importaba aquello, solo necesitaba escapar de todo y de todos.

Roxana, la enfermera de mi madre y a la que tanto cariño le había cogido con el paso de los años, es quien me ve llegar y por la hora que era y el estado en que estaba debió suponer que algo realmente grave tuvo que haberme pasado.

-¡Oh, mi niña! ¿que te ha pasado? ¿estás bien?- pregunta preocupada.

-Roxy ¿puedo quedarme esta noche? por favor. Prometo que no molestaré, ni notarás que estoy aquí lo prometo- le suplico

-Claro que puedes quedarte mi niña, ven- me abraza y me conduce hasta la cocina. Me siento en uno de los taburetes junto a la encimera y la veo trastear en los armarios. Me concedo un segundo para observarla, buscando en ello, un punto de calma.

Roxana tenía 10 años más que yo pero parecía mucho más joven. Tenía el pelo rubio ondulado, ojos azules y una carita como una de esas muñecas de porcelana que siempre tenían las abuelas de adorno.

Ella había sido mi consuelo tras la tragedia que azotó a mi familia cuando era apenas una niña. Me hacía sentir segura mientras veía una y otra vez la recaídas de mi mamá. Con ella a mi lado el mundo no podía ser gris.

-Aquí tienes Kai- pone una taza de té ante mi y unas galletas- quieres contarme qué ha pasado, no creo haberte visto así desde hace mucho tiempo.

-No sé ni por dónde empezar- respondo después de un rato mientras me entretengo en revolver el contenido de la taza.

» Creo que a veces llega un momento en el que todo estalla y no sabes como reaccionar. Cuando sientes tan adentro que piensas que ya no es solo emocional sino también físico, y duele. El engaño no solo decepciona sino que rompe algo que es muy difícil de reparar. Y tengo la sospecha de que no podré reparar todo lo que se ha roto dentro de mi. ¿Acaso hay algo mal en mí? ¿Tengo un letrero en la frente que diga ven y lastímame?- termino en un susurro bajo un nuevo ataque de llanto.

Adicción Color CanelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora