Con esa rutina nos mantuvimos los 3 días siguientes hasta que llegó el esperado viernes de mi prueba de fuego. El nerviosismo me estaba pasando facturas, al punto de que no podía ni con el cierre de mi vestido.
—¡Joder!— digo frustrada mirando al techo como si hubiera un ser mágico allí.
—¿Estamos con malas pulgas hoy?— dice esa voz mañanera que tanto me estaba gustando últimamente.
—Es que no puedo, me supera. Me ayudas con el cierre porfa— me paro de espaldas a él, echándome el cabello por encima del hombro. Podía pedírselo ¿verdad?
—Claro— siento como sus dedos se posan sobre la cremallera algo temblorosos, sus dedos rozan mi espalda desnuda antes de cerrarlo por completo y tardando un poco más de lo normal en la tarea.
—Ya está.
Dice al terminar pero sin separarse de mi. Su voz era algo más ronca, ¿No qué no le afectaba en absoluto? Pues si, le afectaba y no lo ocultaba.
—El desayuno ya esta listo— dice antes de irse.
El desayuno como el primer día, un estilo diferente a lo q estaba acostumbrada, bacón y huevos revueltos. Aún no sabía en qué trabajaba o que hacía el resto del día pero todo eso perdía importancia al verlo en las mañanas y saber que estaba a tan solo una puerta de distancia de mi en las noches.
—Buena suerte— dice cuando estaba saliendo.
—No la necesito. Ya te tengo a ti— no se que cigarro de la insensatez me fumé para decir aquello, pero se sintió realmente bien decirlo en voz alta.
Y como ya había dicho, Aaron era mi puto amuleto de la buena suerte. Mi trabajo fue la joyita de toda la exposición. No me lo podía creer, estaba a un solo paso de graduarme. Tan solo unas semanas más para poder colgar mi diploma en la pared de casa y sabía que ese había sido el último empujón que necesitaba. Debía agradecerle a mi amuleto de alguna manera y ya que una mamada quedaba descartada, podía hacerle una cena especial y darle la buena noticia.
Como los viernes no trabajaba me pasé por el súper y compré las cosas que necesitaría para la noche. Llego a casa y le envío un mensaje de que esta noche llegara temprano. Me pongo manos a la obra en buscar la receta que había visto hacía un rato en internet y que sin duda me quedaría de puta madre.
Un pollo relleno con guarnición de patatas, salsa de no se que tantas cosas y bla bla bla. El caso es que me llevó mis buenas dos horas y media hacer aquello pero quedé satisfecha con el resultado.
Corro al baño para darme una ducha y depilarme a conciencia. ¿Para qué? Pues decía mi abuelita que mujer precavida vale por dos. Termino y me unto en mi crema de coco que me dejaba la piel sedosa e impregnada de ese delicioso olor.
Busco uno de mis juegos de bragas y sujetador decidiendome por unas color celeste de encaje y encima un vestido veraniego blanco de mangas baja, un escote divino y la falda vaporosa.
Me dejo los rizos tal cual al natural que llegaban hasta media espalda y sobre mi pechos, enmarcando mi rostro. Apenas si me maquillo, quería parecer de lo más casual. No es que fuera una cita ni nada eso, o bueno sí lo era, o al menos algo parecido.
« Vamos niña que le estas tirando los perros, no hay que ser máster en ciencias para darse cuenta de eso» dice esa pequeña infeliz que aparecía nuevamente para fastidiarme.
La mandé a tomar por culo ante de que me hiciera reconocer el ridículo que estaba por hacer. ¿Había algo más lamentable que intentar seducir a tu compañero de piso que ya tiene pareja? Tal como yo lo veía no.
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Adicción Color Canela
RomancePROTAGONISTA ¿Alguna vez has sentido que un momento de tu vida pasa a cámara lenta? Yo si. Y fue en el momento exacto en que él entró a mi vida en la manera más cliché de las historias románticas, chocamos uno contra el otro. No se que pensaba él...