Capítulo 19

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Aaron

La observo, mientras admira curiosa cada detalle del ático antes de agregar:

—¡Esto es ... hermoso!

—Tu eres hermosa— digo rodeandola de espaldas a mi— creo que te mereces una explicación, pero ten en cuenta que si después de esto crees que debes poner distancia entre nosotros, lo voy a entender.

¡Y una mierda! si no lo quería entender ya me las ingeniaría para que cambiara de idea, pero de que no me iba a apartar de su lado eso podría apostarlo.

Llevaba todo el jodido día dándole vueltas a cómo abordar este tema y aun no lo tenía del todo claro.

Ya sabía que ese cuento de que mi padre me había dejado sin un duro y que estaba prácticamente en la calle ya no colaba.

Tal como lo veía ahora tenía dos opciones, o inventaba algo medianamente creíble que se me fuera ocurriendo con la marcha o le decía la verdad.

La tomo de la mano y la llevo al sofá que estaba justo frente a la pared de cristal en la que me encantaba perderme, era mágico el paisaje que brindaba desde aquí arriba. Nos sentamos frente a frente y miro al cielo haciendo acopio de fuerza para poder comenzar.

—¿Recuerdas aquel día que nos conocimos?— la veo tragar saliva y asentir— desde ese día, algo me pasó contigo. Solo el simple hecho de que me trataras como una persona normal ya me hizo querer conocerte más.

Siempre que una persona se acercaba a mí, era con doble intención. Esta es la parte mala de ser famoso, y las chicas no era excepción de esta regla. Y así eran mis días, ya me había hecho a la idea de que no podría despertar nada más en alguien que no fuera interés.

Vamos, tampoco me iba a pintar aquí de santo, bien que me aprovechaba de ello para tenerlas en mi cama. Pero eso cambió cuando la conocí. Ella era fresca, divertida, hermosa, y ocurrente. Y así se lo hice saber.

—No me miraste como una billetera andante, miraste más allá de lo que yo aparentaba y con eso me hiciste desear más. Es cierto me aproveché de que no sabías quién era, no porque dudara de que al saberlo te interesaras en mi, sé que no eres ese tipo de persona. Pero por un momento, por un corto momento, me gustaba fingir que era un chico corriente.

≫Era raro. Nunca me había pasado, pero sentí un tipo de conexión distinta a cualquier otra que hubiera sentido y se que te pasó lo mismo. Te busqué en redes y te investigué cosa que no fue difícil, tenías tu perfil público y prácticamente lo posteabas todo. Aquello solo me hacía morir de curiosidad por saber quién era esa personita que veía en esas fotos. Y si solo era una fachada de alguien aún más increíble debajo— me pierdo unos segundos en el paisaje nocturno antes de seguir— entonces ocurrió lo de la cafetería y cuando me contaste por lo que estabas pasando. ¿Sabes ese bombillo que sale en la películas cuando se les ocurre una brillante idea? Pues el mío, que siempre estaba apagado, encendió. Y pensé ¿por qué no? Al final no le estaba haciendo daño a nadie. Y así empezó mi viaje al camino de la perdición.

≫Eras aún más maravillosa que en mi imaginación. La convivencia contigo nunca era aburrida, me demostraste que hasta lo más sencillo podría ser algo maravilloso. Y día a día fui perdiendo un poquito más la cabeza, más de lo que te podría explicar con palabras. Me despertaba a tu lado y solo podía desear poder hacerlo bien y que por alguna extraña razón te enamoraras de mi— suspiro resignado— ahí tienes toda la historia.

A medio relato no había podido soportar mirarla a la cara. Si me miraba con ojos acusadores o decepcionados se me iba a clavar peor que un puñal, por lo que cuando sentí sus dedos tomándome de la barbilla haciéndome que la mirara a los ojos, y solo ver como lloraba, pero no de tristeza. No, fue amor lo que vi en ellos. Esos ojos grises cual nubes de tormenta, me miraban con un profundo amor. Y en ese momento, justo por ese momento, supe que merecía la pena vivir.

Adicción Color CanelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora