Capítulo 24

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* ¿En serio creían que se acababa así? No gracias, aun aprecio mi vida. Así que, pónganse cómodos que esto continua*

2 años después...

Kaia

—Princesa no estés nerviosa, todo saldrá bien. Ya verás.

Mi madre no se daba cuenta que mientras mas me decía que no estuviera nerviosa, mas nerviosa me ponía. Era mi primera presentación, joder.

Hacía dos años había salido de Madrid con el corazón roto o mas que eso, sin corazón, porque ese maldito traicionero se quedó junto a Aaron aquel día.

Me había alejado de todos por un tiempo, sin detallar mucho en el donde y en el porqué. Suerte para mi lo supieron entender y me dieron mi tiempo.

Estuve un largo período en Italia donde me enamoré de la ciudad de Roma. Pero más que de la ciudad era como si hubiera algo allí dentro que pidiera ser contado. Así que un día mientras estaba de exploración en las Termas de Caracalla, me vino la inspiración.

Tomé una libreta que siempre viajaba conmigo y comencé a escribir y poner voz en todo aquello que estaba circulando dentro de mi.

Estuve días sin salir del departamento y cuando me sentía agobiada volvía a ese sitio que me inspiró a escribir por primera vez y todo volvía a fluir como agua de manantial. A veces mi única preocupación era el de no escribir tan rápido como dictaba la voz en mi cabeza.

Hablaba de mi, de Aaron, de un amor insoportable hasta niveles extremos, pero dentro de todo lo oscuro, había una pizca de luz a la esperanza. Esa que yo, tanto como mi protagonista, guardábamos en una esquinita del corazón.

Terminé la primera edición de Nunca serás un adiós basándome en mi historia y la de Aaron, desde mi punto de vista. Le veía jugo, le veía garra. Era una de esas novelas que tanto me gustaba leer en mi Kindle, pero que a la no me atreví darle vida fuera de mi ordenador.

Al menos hasta que un día, uno de esos en los que sientes que la soledad era más pesada que nunca. Esos en los que solo deseas salir corriendo a los brazos de esa persona que sin quererlo tus pensamiento se van hacía ella. Esos días en que la nostalgia se te clava tan profundo en el pecho como un golpe y solo quieres dejar que ese minúsculo rayito de esperanza salga a la luz, aunque solo fuera un poco.

Me llené de valor y le envié mi manuscrito a Enmanuel antes de arrepentirme. Cosa que pasó exactamente 5 segundos después de darle a enviar pero para ese momento ya era tarde. Las dos palomitas azules indicaban que estaba siendo leído.

Me asusté y apagué el móvil por dos días con tal de no saber lo que me diría. Estuve tentada a comprar otro número telefónico, pero esa vocecita mía que tan inoportuna era para llegar en los momentos menos recomendables, apareció recordándome que yo no era una cobarde. Siguiendo su consejo enciendo el móvil y lo miro con un solo ojo como si así pudiera evitar no ver los 15 mensajes de Manu diciéndome que esa historia debía ser publicada pero ya.

Ahí sí que entré en pánico. Ese había sido el resultado de un arranque, y ahora ese arranque podría convertirse en algo más grande si dejaba mis miedos en una gaveta.

—No debes hacerlo con tu nombre si no quieres. Puedes publicarlo bajo un seudónimo y mantenerte en el anonimato hasta que lo decidas, pero si o si esta historia debe leerla el resto del mundo. Hay mucho sentimiento tras estas páginas, mucho dolor y no puedes negarle al mundo el poder conocerla. Confía en mí.

Eso me había dicho él mediante la videoconferencia que habíamos tenido. Tras eso todo se había vuelto una absoluta locura. Mi libro, impreso en mis manos. Era un sueño hecho realidad. Ni aun viéndolo en las publicidades me lo podía creer. Eso no podía ser real, a mi no me pasaban esas cosas.

Adicción Color CanelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora