Epílogo

334 46 18
                                    

—Y eso es lo que pasa doctora.

Habíamos pedido cita con una psicóloga de renombre que se especializaba en terapia de parejas. Ya reconocimos que teníamos un problema y ese era el primer paso. Pero a diferencia de la primera vez en la que hui, en esta ocasión trabajaríamos juntos.

—Según lo que me han contado les puedo decir que están en medio de una poderosa e insana relación. Llegan a ese punto donde toman la obsesión con la otra persona para transformar las emociones positivas en algo negativo— apoya los codos sobre la mesa cruzando los dedos entre sí— hay peligro cuando damos rienda suelta a nuestras emociones y justificamos los malos actos en nombre del amor.

—¿Qué nos recomienda entonces doctora? Estamos dispuestos a intentar lo que nos diga— mi voz mostraba la desesperación que había en mi.

—Me alegra escuchar eso porque necesitaran poner de su parte para que puedan llevarlo a cabo y obtener buenos resultados.

******

—¿Segura que no olvidas nada?— Aaron sin darse cuenta me obligó a repasar nuevamente la lista en mi cabeza.

—Creo que no. No me hagas abrir la maleta y comprobarlo una vez más.

—Vale, si llegamos a necesitar algo lo compraremos al llegar.

—Entonces en marcha— digo entrando al asiento de copiloto y poniéndome mis gafas de sol.

La psicóloga nos había recomendado que saliéramos de la rutina. Un viaje donde pudiéramos pasar más tiempo juntos sería un buen inicio para reencontrarnos. Reconquistarnos en cierta manera, darle lugar al fuego y a la pasión que siempre habían sido protagonistas en nuestra relación. Por lo que decidimos pasarnos una semana en la casa de la playa.

Eso nos vendría bien, tanto Aaron como yo nos la pasábamos trabajando. Cuando él no estaba en el set de grabación estaba encerrado componiendo en su estudio y yo no era muy distinta.

Me la pasaba todo el día encerrada escribiendo en el mio, y podría estar allí hasta bien entrada la noche o hasta que él no me obligara a salir de mi encierro. Así que estas mini vacaciones que nos estábamos regalando servirían tanto para darnos un descanso de nuestros trabajos como para dedicarnos tiempo el uno al otro.

—Ya verás como la pasamos de muerte. No veo la hora de tenerte solo para mi.

Ya estábamos en la autopista por lo que le habíamos bajado el techo al descapotable. Hacía un día precioso como para no hacerlo.

—¿Pero qué dices? Si vivimos juntos— agrego divertida

-—Ya, pero debo compartirte con Máximo, Oliver, Christopher y a saber cuantos más— su comentario si que me daba gracia.

—Son personajes de mis historias cariño, contra eso no puedo hacer nada. Anda dame un beso y verás como hago que lo olvides.

—Para olvidarlo tendrás que hacer mucho más que darme un beso— agrega morboso

—¿Cómo qué?— pregunto curiosa

—Lo sabrás a su debido tiempo— y no dice nada mas.

—Vaya si tenemos al señor misterio. Anda cuéntame, sabes que no manejo la incertidumbre.

—No seas ansiosa, espera solo un poco. Es una sorpresa— me guiña un ojo y vuelve a concentrarse en el camino.

Llegamos cerca de las tres de la tarde, la casa estaba en un risco, pero sin duda alguna era la casa más linda que había visto nunca. Era de una sola planta pero era endiabladamente grande. Estaba rodeada por un jardín hermoso, un garaje enorme y una vista al mar espectacular.

Adicción Color CanelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora