Capítulo 26

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Kaia

No me puedo creer lo que estaba escuchando ¿Cómo era posible aquello? Pero debía ser real, no había motivo para que me mintiera con algo así. Si me quedaba alguna duda de que él era mi destino y que estábamos destinados a encontrarnos de nuevo ya se había esfumado.

Solo deseaba saltar sobre la mesa y comérmelo a besos. Era increíble como aun cuando estábamos lejos, destino o casualidad, como quieran llamarlo, estaba claro que algo había hecho que el milagro ocurriera y nos volviéramos a encontrar. ¿Sino por qué hacer que él encontrara el libro? ¿sino por qué estaríamos sentados justo ahora?

-¿Qué desean pedir de postre?- pregunta el joven mesero a nuestro lado.

-No se preocupe, tengo el mío justo delante- digo relamiendome los labios

-Ehm, creo que no tomaremos postre, la cuenta por favor- Aaron divertido era igual a Aaron cachondo y si él era pervertido me atrevía asegurar que yo lo era igual.

-¿Tu casa o la mía ?- pregunta mientras me guiaba a la salida.

--El coche parece muy cómodo ¿no crees?-era mucho tiempo sin él, era de imaginar que estuviera tan ansiosa ¿no?

-¿Mi ninfo está hambrienta?- recorre el hueco de mi cuello con su lengua hasta dejar un solitario beso tras mi oreja.

-No me importa a donde vayamos siempre que sea contigo- digo una vez me recompongo de la descarga eléctrica que me recorre y lo obligo a besarme.

-Para luego es tarde.

Me toma de la mano y vamos al estacionamiento. Por razones que desconozco, pasó de largo mi sugerencia de tomar el coche como primera parada al placer y le hice saber mi inquietud.

-Nena, he estado tanto tiempo sin ti que parece increíble que aun no te haya saltado a la yugular y tomarte hasta saciarme de ti. Pero sé que como buen adicto que soy de tu piel, que en el momento que la posea de nuevo no querré parar. Así que se una niña buena y no me andes provocando hasta llegar a casa.

-Genial, ahora quedo como una desesperada cavernícola- no me responde, pero su risa no la pudo ocultar- vale tu ríete, mientras yo moriré de combustión.

En serio debía estar mal para que no le estuviera arrancando la ropa, pero solo con estar a su lado me moría porque me tocara y me hiciera todo eso que él sabía que me encantaba, pero no estaba por la labor.

Llegamos a su edificio entrando al estacionamiento subterráneo que este tenía. Salgo del auto y voy hacía el ascensor sin esperarlo.

Lo reconozco, me ponía de mala hostia cuando estaba cachonda y no me hacía ni puto caso. Hasta me estaba planteando la venganza de dejarlo caliente y luego hacerme la dormida después, así sabría lo que estaba pasando yo en ese momento.

Ya estaba maquinando los detalles cuando viene hacia mí, pegándome a la pared del ascensor con una fuerza arrolladora. De seguro mi espalda se llevó la peor parte pero ¿A quién le importaba eso ahora? A mi no, eso seguro.

Su boca posee la mía con desesperación descomunal y yo solo deseaba que me hiciera suya allí mismo

-Por favor, no lo aguanto más- le suplico sobre su boca.

Con un gruñido casi animal me levanta el vestido y comienza a acariciarme sobre las bragas. Para mi eso no era suficiente y tomo su mano obligándolo a hacerlo aún más fuerte. Lo incito a que introduzca uno de sus dedos en mi y aquello fue mi perdición. Gemi y me restregué en ese misero contacto que seguía siendo poco para satisfacer mis ganas.

-¡Dios! Estas tan mojada, no sabes como extrañé esto.

-Entonces demuéstramelo. Demuéstrame que tanto la extrañaste y cógeme como la bestia que eres- le digo provocativa, moviendo mi cadera adelante y atrás en busca de más placer.

Adicción Color CanelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora