Aaron
¡Joder que fría!
Apenas había pegado ojo en toda la noche.
Necesitaba esa ducha a esta temperatura si quería mantener una conversación con ella sin dejarme llevar por mis deseos que me consumían por poseerla. Aún no sabía cómo había podido resistirme cuando la tube entre mi cuerpo y el estante. Dios sabe lo que me costó no cometer una locura. Ese era el efecto que ejercía ella en mi. Me hacía perder la cabeza solo con su presencia, sin necesidad de ningún otro estímulo.
Y su cuerpo ¡Dios, era una jodida diosa! Casi me doy de bruces en el suelo cuando la vi allí arriba toda empoderada. Los años le habían sentado muy bien, sin duda había incrementado el ejercicio a su rutina diaria. Su pelo estaba aún más largo de como lo recordaba, y su actitud, dejaba ver que ya no era aquella chica que conocí en la calle aquel día con los ojos rojos.
No, ya era toda una mujer. Independiente y segura de sí misma como siempre debió de ser. Al menos hasta que entré a su vida y la convertí en alguien dañado lleno de inseguridades.
Ese pensamiento me hizo plantearme el irme de allí sin decir nada, sin que ella me viera entre la gente que la miraban embobados sobre pequeña plataforma. Pero aquello fue imposible al escuchar sus respuestas.
¿Cómo era capaz de decir semejante calaña cuando había descrito a la perfección nuestra historia? No había un solo punto fuera de lugar que no hubiera sido verdad. Y cuando dijo que su protagonista iba basado en no se quien de una novela mexicana no lo pude soportar más y dije lo primero que me vino a la mente.
-Algunos rumores aseguran que usted, señorita Ortega, vivió todas y cada una de esas escenas que escribió en su libro.
Verla tensarse y buscar el lugar de donde provenía mi voz con desesperación me motivó a seguir hablando. Me encantaba nuestros juegos de palabras pero a la vez necesitaba decirle que yo estaría siempre allí de una manera que solo ella pudiera entender.
-Es una verdadera lástima ¿no el parece?- cada vez me acercaba más, no tenía suficiente con que me escuchara, quería que me viera como yo la veía a ella- una verdadera lástima que solo haya sido el resultado de una mente brillante y no fruto de un romance de hace años que tuvo un desafortunado final. No, corrección, tuvo una pausa, larga, dolorosa en su mayoría, pero pausa después de todo. Y todo porque llegó a tal grado en que solo se hacían daño mutuamente. Pero como bien leí en un libro que puedo afirmar que es su favorito: estaré hasta cuando ya no te tenga y te tendré aunque no te posea.
No venía a cuento esto último pero no me pude resistir en decir una cita de ese libro que tanto nos gustaba a los dos. Me molestó que se empeñara en negarlo, no tenía sentido. Amé cada una de sus palabras, reviví cada una de esas emociones y no puedo describir como sentí al ver todo desde su punto de vista.
Nos habíamos hecho daño, nos habíamos lastimado y convertido nuestra relación en algo insufrible. Hasta que no lo leí no lo había comprendido. Aún me quemaba en las noches ese sentimiento de soledad y vacío al acariciar el lado de la cama donde ella solía dormir. Dolía el despertar y no escuchar su risa al preparar el desayuno o cantando a todo pulmón en la ducha.
La vi irse y supe que estaba conteniendose para no llorar ante todos y me maldije por eso. Debía irme, debía dejarla que siguiera con su vida. Le había ido muy bien sin mi. Pero una parte egoísta no me dejaba atravesar las puertas de la salida.
Me mantuve la margen, observándola en un segundo plano mientras le dedicaba sonrisas a todos los que se le acercaban felicitándola o para que firma sus libros. De vez en cuando levantaba la vista y recorría la estancia como buscando a alguien, buscándome a mi. Al menos eso quería creer.
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Adicción Color Canela
RomancePROTAGONISTA ¿Alguna vez has sentido que un momento de tu vida pasa a cámara lenta? Yo si. Y fue en el momento exacto en que él entró a mi vida en la manera más cliché de las historias románticas, chocamos uno contra el otro. No se que pensaba él...