Capítulo 20

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- A ver, ¡una última foto! - el padre de Bekka se apresuró a bajarse del Cadillac SRX rojo. Iba vestido con un forro polar color vino, pantalones Dockers y zapatillas azules.

- ¡Papá! - Bekka pateó el suelo con sus zapatos de raso de tacón de aguja. Señaló las escaleras de entrada al instituto, salpicadas de gigantescas huellas verdes y ocupadas por adolescentes embutidos de disfraces, los cuales fingían ser demasiado sofisticados como para entrar al baile. Retazos de niebla se filtraban por las rendijas de la puerta de doble hoja (ahora forrada para que no se viera el interior), arrastrando con ella el repetitivo sonido de un bajo -. Brett me espera ahí adentro.

- Tranquila - Melody rodeó a Bekka y Haylee con los brazos -. No nos vamos a morir por una foto más.

- No, tienes razón - masculló Bekka mientras unas cuantas animadoras de último curso, disfrazadas de zombis, pasaban de largo dando saltitos -. Nos vamos a morir de vergüenza.

- ¡Sonrían! - insistía el señor Madden, quien se colocó las gafas en lo alto de la calva.

Bekka y Haylee, obedientes, esbozaron una sonrisa. Melody lo intentó. Le había costado menos recuperarse de la cirugía facial. Sí, era una chica sana, casi curada del asma, y formaba parte de una familia única. De todas formas, ¿era mucho pedir una relación que durara más de lo que dura un beso?

Jackson la había esquivado durante toda la semana. Alegando tener tarea o dolor de cabeza, había frustrado una tras otra las peticiones de Melody acerca de salir a dar una vuelta. Y, como respetuosa amiga traidora que escuchaba a escondidas, ella había contestado que lo entendía. Pero Melody quería ayudar. Quería ser el hombro sobre el que Jackson llorara. Compartir su carga. Contarle que durante toda su vida se había sentido como un << monstruo >>. Decirle que lo comprendía. Pero saltaba a la vista que Jackson no quería su hombro, ni ninguna otra parte de su cuerpo. Y eso le oprimía el pecho más de lo que el asma había conseguido nunca.

Por las noches, a solas en su habitación llena de cajas, Melody resistía el impulso de confiar su dilema a Candace. El secreto de Jackson era demasiado dañino para compartirlo. En cambio, trató de convencerse de que la distancia que Jackson ponía entre ambos no tenía nada que ver con sus sentimientos hacia Melody, y sí tenía mucho que ver con la promesa que le había hecho a su madre. Pero las dosis de narcisismo que podía aplicar a la herida tenían un límite. Pasado un rato, resultaba patético; era como mandarse flores a sí misma el día de San Valentín.

Melody realmente no pudo deshacerse de su mal humor; pero sí había conseguido prepararse para el baile. No quería fallas a sus dos nuevas amigas: la novia de Frankenstein y la dama de honor terrorífica.

- ¡Están preciosas, chicas! - exclamó entusiasmado el señor Madden mientras regresaba a la portezuela abierta de su coche -. La recogeré a las diez en punto - anunció. Acto seguido, arrancó el motor y se marchó.

Las luces traseras del automóvil se desvanecieron en la distancia, llevándose consigo la esperanza de Melody: marcharse pronto del baile. ¿Por qué había accedido a dejar su bolso en el coche? Bekka había comentado que les << daría libertad >>. ¡Ja! Haría justo lo contrario, al dejarla atrapada dos horas y media con un chico que no le correspondía.

- ¿Intentarás divertirte? - suplicó Bekka, como si le estuviera leyendo la mente.

Melody le prometió que lo haría y añadió:

- Estás guapísima.

- Más me vale - Bekka soltó un tembloroso suspiro, se recogió la cola del vestido nupcial y empezó a subir los escalones, tambaleándose sobre sus tacones de diez centímetros.

Monster High - LISI HARRISONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora