Capítulo 27

919 65 8
                                    

Un guijarro rebotó sobre el cristal esmerilado de la ventana.

Luego, otro.
Plink.
Frankie se giró y se colocó boca arriba.
Y otro. Plink.

Pensó en una mujer que, impaciente, daba golpecitos sobre un mostrador. Tal vez se tratara de la multitud furiosa de su sueño, que acudía a poner fin a su sufrimiento de una vez por todas.

Se giró hasta ponerse boca abajo mientras la canción de Alicia Keys, Try Sleeping with a Broken Heart (<<Prueba a dormir con el corazón destrozado>>) le sonaba en la cabeza una y otra vez. A Frankie le dieron ganas de ponerse de pie en su cama metálica y gritar: <<¡Es lo que intento hacer! Y me cuesta un montón porque no puedo dejar de pensar en Brett, D.J., mis amigas, mi familia y toda la gente que me tiene miedo, así que, ¿te importa callarte de una dichosa vez?>>.

Pero no quería despertar a sus padres. El sol saldría al cabo de una hora y, se levantarían poco después.

Y luego, ¿qué?

Tumbándose de espaldas otra vez, se preguntó cuánto tiempo más podría evitarlos, fingiendo que dormía. ¿Un día? ¿Una semana? ¿Una década? Fuera lo que fuese, estaba preparada. La vergüenza era una emoción insoportable, aunque requería la presencia de otra persona para sobrevivir. Alguien que chasqueara la lengua mientras sacudí la cabeza de un lado a otro y, después, soltara de corrido todo lo que Frankie había hecho para decepcionar a tanta gente. Sin esa persona, semejante emoción desciende de categoría y se convierte en remordimiento. Y aunque el remordimiento también puede resultar tremendamente fastidioso, es una condena más fácil de cumplir, ya que es una condena impuesta por uno mismo.

Por lo tanto, uno mismo puede eliminarla.
- ¿Dinamita?

Frankie se incorporó despacio, dudando si prestar atención a sus oídos. Al fin y al cabo, estaban controlados por su cerebro, que había demostrado ser muy poco fiable.

- ¡Dinamita! ¡Abre!
<< ¡D.J. volvió! >>

Frankie contempló la idea de hacerse la dura y darle a entender que había decidido seguir adelante sin él. Es lo que hacían las chicas en las películas. Pero se encontraba bajo arresto domiciliario. ¿Adónde iría exactamente? ¿A la cocina?

- Shhh – siseó mientras, a toda prisa, cubría el espantoso camisón de hospital con su bata de seda negra de Harajuku Lovers.

Frankie abrió el picaporte de la ventana. D.J. entró rápidamente, no sin dificultad, como un perro adulto que se cuela por la trampilla de un cachorro. Al verlo, un arcoíris de neón iluminó el tormentoso día de Frankie. Lo que no dejaba de resultar extraño, pues diez horas antes sólo había tenido ojos para Brett. O quizá también entonces sólo había tenido ojos para D.J., sin haberse dado cuenta.

-¿Qué te pasó? ¿Por qué te fuiste como...? – Frankie hizo una pausa cuando vio a otro chico asomarse por la ventana. Tenía el pelo brillante y oscuro, ropa negra y nariz perfecta. Aterrizó con un golpe sordo.

- Shhh – siseó Frankie de nuevo.

- ¡Ay, Dios mío! ¡Existes de verdad! – exclamó Melody, con una especie de temor reverencial -. Tu piel es realmente de color ver...

- ¿Qué hace ella aquí? – Frankie se movía entre el desconcierto y la indignación.

- No tengo ni idea – D.J. hizo girar el dedo índice junto a su sien, cerró los ojos y susurró -: Creo que está obsesionada conmigo.

- ¡Madre mía! – Melody se adentró en la estancia -. ¿Qué es esto? – señaló la jaula de cristal, junto a la cama de Frankie -. Eh, ¿son ratas?

Monster High - LISI HARRISONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora