Capítulo 23

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Olía como si la vida se hubiera detenido y ya sólo existieran fríos instrumentos quirúrgicos esterilizados. Soluciones químicas. Vidrio. Metal. Guantes de látex. Y algo más que Frankie no acababa de identificar... Trató de abrir los ojos, pero sintió como si sus párpados estuvieran cerrados con llave. Y sus piernas, encadenadas con grilletes. Y su voz, enmudecida. Dicen que los perros olfatean el miedo, así que debía de ser un olor. Seguramente se trataba de eso. Frankie olía el miedo.

Varias voces lo expresaban a su alrededor. Chorreaba de las bocas como cuando se estruja una esponja.

- Hay una auténtica caza de brujas ahí afuera.

- Dos polis llevan una hora husmeando en mi desván.

- Nuestras vidas están arruinadas.

- No lo entiendo. ¿Cómo puede uno no darse cuenta de que su hija se escapa de casa a escondidas?

- ¿Y a eso se le llama ser buenos padres?

- Yo lo llamo peligro para la sociedad, sobre todo nuestra sociedad.

- ¿Y qué pasa con el chico normi? Si no sobrevive, la noticia se propagará por todo el país.

- Si es que no se ha propagado ya.

- Eso seguro - dijo Viveka entre sollozos -. Estamos consternados. Además, tenemos tanto que perder como ustedes. Viktor y yo haremos todo lo posible para asegurarnos de que nunca vuelva a ocurrir.

- ¿Que nunca vuelva a ocurrir? Tenemos problemas peores en este momento. ¿Qué hacemos con lo que está ocurriendo ahora? Tendrán que quitarle los colmillos a mi Lala si esto sigue así. ¡Los colmillos!

- Clawdeen y sus hermanos tendrán que hacerse la depilación láser. Su orgullo quedará herido de muerte. Y cuando llegue el invierno... ¡se congelarán!

- Al menos, sabéis donde están vuestros hijos. Jackson no ha vuelto a casa aún. Cada vez que escucho una sirena de la policía, tengo que ponerme a respirar con una bolsa. ¿Y si empiezan a acorralar a los sospechosos? ¿Y si...? - la señora J rompió a llorar.

- Atención todo el mundo, por favor - habló Viktor con tono cansado y mortecino -. Aunque aceptamos toda la responsabilidad por el... contratiempo de esta noche, no se olviden de que nosotros tenemos más que perder que cualquiera de ustedes - ahogó un sollozo y se sonó la nariz -. Están buscando a nuestra hija. Nuestra hija. Es verdad, hizo algo irreparable; pero es a ella a quien persiguen. A mi pequeña. ¡Y no a sus hijos!

- Por ahora.

- Buscan a una chica verde sin cabeza que escapó de una fiesta de disfraces de monstruos - prosiguió Viktor -. Podemos decir que fue una travesura.

- Valiente travesura.

- Viveka y yo haremos cualquier cosa para acabar con esto. Empezaremos por sacar a Frankie de Merston High. Le daremos clases en casa y le prohibiremos salir.

- Pues yo creo que deberían abandonar Salem.

- ¡Sí!

- Opino lo mismo.

- ¿Abandonar Salem? - tronó Viktor -. ¡Creía que éramos una comunidad! ¿Cómo se atreven a darnos la espalda después de lo que...?

- Ha sido una noche muy larga para todos - irrumpió Viveka -. ¿Y si volvemos a reunirnos por la mañana?

- Pero...

- Buenas noches - zanjó Viveka.

La computadora emitió un último murmullo y luego se apagó.

- ¡No doy crédito a lo que está pasando! - exclamó Viveka entre lágrimas -. No podemos mudarnos. ¿Y nuestros trabajos? ¿Y la beca de investigación? ¿Y nuestra casa? ¿Adónde iremos?

Viktor soltó un suspiro.

- No lo sé - con esparadrapo, colocó la última venda sobre los puntos de Frankie; después, amortiguó la luz -. La buena noticia es que no nos queda nada que temer.

- ¿Por qué?

- Nuestra peor pesadilla se ha hecho realidad.

La puerta del glamoroso laboratorio de Frankie se cerró tras ellos.

Sola y semiinconsciente, se quedaba dormida de manera entrecortada. Pero con independencia del estado en el que se encontrara, no conseguía escapar de su abrumador sentido de culpabilidad por haber destruido la vida de tanta gente. En sueños, la culpabilidad adoptaba una multitud de formas. Frankie provocaba avalanchas mortales, hacía naufragar barcos, aterrorizaba a huérfanos, ofrecía a sus amigos agua que se transformaba en sangre, arrojaba a sus padres por un precipicio y besaba a Brett con letales labios de tijera.

Después de cada pesadilla se despertaba con un sobresalto, empapada en lágrimas. Pero no encontraba consuelo en el apacible silencio de su habitación, porque allí todo respondía a la realidad. La culpa era tan inmensa que resultaba insoportable. Cada vez que abría los ojos, los volvía a cerrar a toda velocidad. Y deseaba que fuera la última vez que se despertara.

Monster High - LISI HARRISONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora