Epílogo
12 de diciembre, 2018
Terminé de rociar el perfume de vainilla sobre mi piel y colocar en mi rostro un poco de rubor que Valentina me prestó y di un último vistazo a mi atuendo frente al espejo. Ya estaba lista. Mi cabello ondulado caía a ambos lados sobre mis pechos, el uniforme estaba impecable sin una sola arruga en su tela, mi rostro tenía la cantidad necesaria de maquillaje para darme ese toque de madurez y sensualidad que nunca había tenido y mis curvas se marcaban a través de la ropa. Ahora sí parecía una chica de diecisiete años, lista para ir a su graduación. Estaba orgullosa del reflejo que tenía frente a mí. Y no. Esa nueva forma de verme no se debía al maquillaje que estaba usando ese día. Ni tampoco a la ropa ni el peinado. Se debía a mi autoestima. Había aprendido a verme al espejo y amar a la chica que estaba frente a mí. Había aprendido a amarme y a aceptarte tal cual era. Y la satisfacción que sentía al haberlo logrado era maravillosa.
Giré y vi a mi hermano. Samuel se encontraba muy tranquilo, sentado en mi cama dibujando uno de sus interesantes dibujos -que no le encontraba su forma- en uno de sus cuadernos. Ya él estaba muy bien vestido, solo esperaba el momento en que nos fuéramos. Un globo rojo yacía a su lado. Era el último que le quedaba de la fiesta que le habíamos hecho a Valentina hacía una semana. Aún recuerdo lo emocionada que estaba. Al menos sus padres vinieron. Fui feliz por ello. Fui feliz al ver su felicidad.
Me acerqué a mi hermanito.
-¿Qué es eso? -pregunté, viendo una bola con algo similar a patas. Parecía una araña.
-Tonejo.
Mordí mi labio para reprimir una risa.
-Vaya, que conejo más lindo.
Samuel sonrió con felicidad y continúo dibujando, así que le di un beso en la frente y volví a acercarme al espejo para continuar viendo mi aspecto.
La puerta de mi habitación se abrió abruptamente y una hermosa y alta pelirroja, entró con una sonrisa. Irradiaba tanta perfección, que supe de inmediato, que nuestra belleza era una cuestión genética. Los últimos meses, había aprendido a verme y a sentirme hermosa. Ya no cuestionaba el color negro de mis ojos, ni el color de mi cabello, ni mi estatura o mi peso. Había aprendido a amarme y eso se lo debía a Valentina. Mi prima amaba su cuerpo, siempre había sido así, y esa misma seguridad fue la que me trasmitió en estos meses. Me alegra decir que, en parte, yo también contribuí en su amor propio, porque ahora ella amaba su síndrome. Entendió que sus tic eran parte de ella, formaban parte de su identidad y debía sentirse orgullosa por ello. Y lo logró.
-Te ves preciosa -mencionó mi prima, con esa sonrisa de boca abierta que hacía lucir sus perfectos dientes blancos.
-Tú igual -admití, mirando su aspecto.
-Lo sé. Soy una diosa perfecta -rio y acomodó su cabello rizado y su sonrisa se incrementó-. Tu novio te espera abajo, Ann.
En cuanto escuché eso, dejé a mi prima en mi habitación con Samuel y corrí escaleras abajo, buscando a Michael. Lo extrañaba mucho y, también quería saber cómo le fue en la visita que le hizo a su hermana. Sé que él estaba nervioso y muy ansioso de volver a ver a Camille.
Cuando llegué a la sala, mis padres sonrieron al verme, sin embargo, yo solo tenía ojos para el chico moreno que se encontraba en pleno pasillo, con el uniforme del colegio puesto y la mirada fija en mí.
Sin pensarlo, me lancé a sus brazos y besé su mejilla.
-Te he extrañado muchísimo -confesé.
Él envolvió mi cuerpo entre sus brazos y besó un lado de mi cabeza.
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Tú, antes que nadie © [Completa]
Teen Fiction✨HISTORIA PARTICIPANTE DEL CONCURSO PGP2024 ✨ Una chica introvertida enamorada del chico popular del colegio. Un chico extrovertido interesado por la chica introvertida del salón. Una chica introvertida envuelta en un triángulo amoroso entre su mejo...