Capítulo 21

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Le eché un vistazo rápido al celular. Tenía un mensaje de Michael desde hacía un par de horas donde me preguntaba cómo estaba yo. No le respondí por la sencilla razón que hablaba muy en serio cuando le dije que debíamos apartarnos. No quería más problemas. Así que la distancia definitivamente era necesaria.

También tenía tres llamadas perdidas de Noah.

Él me había estado llamando todo el rato, pero a él si no tenía tiempo para poderle responder. Dentro de una hora iniciaba la fiesta de mi primo Sebastián, a la cual íbamos a asistir. Y yo debía continuar alistándome. Estaba muy retrasada. Tuve que estar más de una hora y media afuera de mi habitación esperando que Valentina terminara de alistarse y me dejara entrar para alistarme yo. Eso era lo molesto de que ella estuviera en mi habitación. Se adueñaba de mis cosas como si tuviese el mismo derecho que yo. De verdad, necesitaba que esa chica regresara a su casa, porque ya no la soportaba más. Eso y sus comentarios fuera de lugar que no desaprovechaba en hacerme cuando se presentaba una oportunidad me estaba volviendo loca.

Pasé por tercera vez el cepillo sobre mi cabello, y al parecer, ya estaba desenredado. Revisé mi vestido azul en el espejo. Sonreí al ver lo bien que me quedaba. Resaltaba las curvas de mi cuerpo, así como destacaba mi cabello rubio. Retoqué el poco maquillaje que llevaba puesto en mi rostro, y se podía decir que ya estaba lista. Incluso me sentí orgullosa del resultado. Y debía admitir que pocas veces me sentía conforme conmigo misma.

Bajé las gradas corriendo y llegué a la sala. Mis padres me esperaban con impaciencia porque yo ya había demorado mucho. Especialmente mi madre. Siquiera me dejó excusarme.

Subimos todos al auto y nos dirigimos a la casa de mi tía. Siendo completamente honesta, no me emocionaba en lo más mínimo visitar aquella casa. Todos en esa familia eran extraños. No socializaban mucho con mi madre, ni conmigo. Y para ser sincera, me asustaba la idea de lo que ellos fueran a decir o hacer con mi hermano. Sabía cómo eran sus actitudes. Y sabía muy bien que Samuel se ponía más hiperactivo cuando estaba rodeado de otros niños. Estaba aterrada por lo que podría pasar.

Bajé el vidrio de la ventana porque me sentía claustrofóbica y necesitaba un poco de aire. Por más que intentaba no ser tan paranoica, siempre pensaba en todas las cosas negativas que podían suceder en esa fiesta, y me volvía a aterrar. La familia no entiende de estas cosas y es lo que me preocupaba.

Después de tanto rato de escuchar a Valentina alardear de la escuela donde asistía y ver a Samuel como intentaba jalarle el pelo a ella, llegamos a la casa de mi tía. Exhalé con nerviosismo y salí del auto. La vivienda estaba tal y como la recordaba: grande y lujosa.

Mi madre le tomó la mano a Samuel y todos empezamos a caminar en dirección a la casa, pasando en medio de la multitud de personas que esperaban en el patio a que la fiesta iniciara. Entramos a la cocina, y ahí, mi tía Alice terminaba de rellenar el refresco en los vasos de plástico para que el hijo mayor de ella terminara de repartir las bebidas a los invitados.

Al vernos, ella sonrió enérgicamente y caminó hacia nosotros.

—¡Hasta que los veo! ¡Qué alegría! —exclamó, con su habitual voz fragorosa—. ¡Ah! El pequeño Samuelito que conocí, ya no es tan pequeño. ¿Cuántos años tiene? ¿Tres? ¿Cuatro?

Fruncí las cejas por tantas palabras que absorbí en un solo instante.

—Tiene cuatro años —replicó mi madre, siendo lo más cortés posible, mientras aún tenía a Samuel agarrado de la mano.

Suspiré y jugué con un hilo de mi vestido que sobresalía de una de las mangas. Comenzaba a agotarme por la conversación.

—¿Y cómo van los estudios? —levanté la vista al entender que aquella pregunta de mi tía iba dirigida a mí.

Tú, antes que nadie © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora