Capítulo 5

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Mi corazón golpeteaba con fuerza dentro de mi pecho mientras corría detrás de Noah por los pasillos vacíos del colegio. Nunca había sentido tal adrenalina como ese día. Estaba haciendo algo incorrecto y me gustaba. Me gustaba que fuera con Noah. Él sostenía mi mano mientras mantenía una sexy sonrisa dibujada en sus labios. Esa sonrisa no se borró así fuesemos corriendo por los pasillos. Aún no podía creer que hubiésemos podido salir de la clase antes de que la profesora entrara. Ambos nos escondimos en la bodega donde el conserje guardaba los utensilios de limpieza y esperamos allí hasta que el timbre sonara.

Y ahí íbamos, corriendo como unos dementes hacia la plaza donde los chicos jugaban fútbol.

Llegamos a la cancha y me detuve para tomar aire mientras apoyaba mis manos sobre las rodillas.

Noah me observó desde arriba, mientras reía.

—Guapa, nos falta la parte más difícil —comentó, divertido—. No te mueras aún.

Reí mientras luchaba por recuperar el aliento.

—Anda, vamos —me animó el pelinegro—. Debemos irnos antes de que nos vean.

Respiré hondo una última vez y me enderecé. Era momento de seguir. Aunque la ansiedad de tenerlo cerca me hacía más difícil la tarea de respirar. Caminamos por la plaza hasta que llegamos al final, donde un enorme árbol de mango se encontraba justo al lado de la malla.

Noah giró y una de sus cejas se enarcó mientras sonreía de lado.

—¿Has trepado un árbol alguna vez?

Abrí mi boca mientras lo miraba con incredulidad.

—¿Qué?

Él rio.

—Pues hoy subirás uno.

Mi rostro palideció mientras miraba el enorme árbol que empezaba a florecer.

—Es una broma, ¿cierto?

—Mmm, nop —murmuró el chico mientras comenzaba a subir por las ramas de aquel árbol. Su agilidad me dejó la boca seca—. Y más te vale que te des prisa si no quieres ir a detención.

Mi corazón dio un salto cuando me imaginé sentada en la silla frente al director. Y ni siquiera pude imaginar lo que mi madre me diría cuando me viera.

Ay, Dios.

Tragué grueso y le extendí mi mano, rezando para no caerme.

Los minutos pasaron, y con la ayuda de Noah, logré subir el árbol y bajar al otro lado de la malla sin romperme un hueso. Lo único difícil fue estar arriba con mi enagua. Daba gracias a Dios que nadie más estuviera con nosotros.

Al estar al otro lado, Noah volvió a tomar mi mano y caminamos por la acera. No sé cuántos minutos pasaron, pero lo que sí sé es que disfruté cada segundo. Mi mente soñaba que estaba en una vida paralela donde yo era la capitana del equipo de porrismo y este chico hermoso era mi novio. La realidad no estaba tan lejos, ya que, en verdad, Noah sostenía mi mano. A mí, siendo yo la chica invisible que siempre pasaba leyendo en la biblioteca. Fui digna de su atención. Esa era razón suficiente para estar feliz y orgullosa.

Tú, antes que nadie © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora