Capítulo 28

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28

Me sentía orgullosa por haber cerrado la página con Noah. Podía experimentar una tremenda satisfacción en mí, debido a eso. Sin embargo, no me sentía totalmente plena, y eso se debía a mi prima. Valentina no me hablaba desde que yo había defendido públicamente a mi hermano y dije aquellas cosas fuertes hacia ella.

Al parecer, la parte humana de ella se sentía mal por lo sucedido, o, quizá fue el hecho de haber tocado aquel feo recuerdo de su infancia. De igual manera, eso pareció hacerla entrar en razón, porque sus comentarios desagradables o aquellas espantosas indirectas, no salieron de su boca desde entonces.

—Asistir con el psicólogo nos ha hecho muy bien a todos —comentó mi padre, terminando de cortar la carne de res que tenía servida en el plato—. Samuel se encuentra mucho mejor y nosotros también hemos madurado bastante.

Yo asentí con la cabeza y, de inmediato, miré al pequeño rubio. Samuel se encontraba comiendo su comida con calma. Ni parecía que antes solía estar a punto de atragantarse por tanta impulsividad.

—No parece, pero es muy significativo el cambio que la terapia tiene en nosotros —aportó mi madre, mirando a Sam y luego a mí con sus ojos brillantes—. Ahora puedo comprender bien a mis dos tesoros.

Sentí mi pecho apretado. Mi familia era la mejor.

Después de un buen rato, me levanté de la silla y empecé a recoger los platos de la mesa para llevarlos al fregadero. Michael había estado en la casa, pero antes de que mamá sirviera la mesa, él tuvo que irse porque se le presentó una reunión en el bar donde trabajaba. Me gustaba que las cosas volvieran a la normalidad después de todo lo sucedido. Sin embargo, no podía dejar pasar las chispas que encendían mi cuerpo cada vez que él me miraba. Debía hacerme a la idea que solo éramos amigos. No quería volver a arruinar las cosas. Yo había hecho muchos estragos ya.

Tomé el último plato sucio que estaba en la mesa, pero antes de dirigirme al fregadero, no pude evitar ver a mi prima. Valentina había estado en silencio durante la cena, y, en ese momento, ella se encontraba sentada en el sofá con sus ojos fijos en la pantalla sin decir absolutamente nada, casi inmóvil. ¿Estaba viendo realmente el televisor o solo estaba sumergida en sus pensamientos? Lo pensé durante un rato, porque, a decir verdad, una parte de mí se preocupaba de que lo sucedido la hubiese afectado más de lo necesario. Tampoco quería dañarla. Nunca fue esa mi intención.

El timbre de la puerta sonó de pronto, captando totalmente mi atención y dejando a un lado el tema de Valentina. Mis padres estaban ocupados, así que no podían atender a la persona que estaba del otro lado de la puerta. Dejé los platos en el lavavajillas y caminé hasta la salida. Tomé el pomo de la puerta y la abrí.

Lo primero que observé fueron aquellos ojos cafés encantadores. Mi corazón se desbocó de inmediato y la boca se me puso seca.

¿Qué demonios hacía Monik en mi casa?

—Hola, Ann —saludó.

Le sonreí sin ser capaz de decirle algo más. Caminé unos pasos hacia ella y cerré la puerta atrás de mí para que ninguno de la casa viera a la chica que tenía al frente.

—¿Qué haces aquí? —pregunté—. ¿Vienes a reclamarme por lo de Michael? Quiero que sepas que él y yo nunca...

—No vengo a eso, Ann —interrumpió ella con desdén—. Sé que, por todo lo que has pasado, estás a la defensiva y crees que debes defenderte de cualquier persona, pero conmigo puedes bajar la bandera roja —afirmó—. Yo no soy esa villana que creaste en tu imaginación. No soy la mala de esta historia. Yo siempre quise llevarme bien contigo, pero tú siempre te esforzaste y creaste panoramas feos de mí para siempre verme como la mala.

Tú, antes que nadie © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora