Capítulo 10

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10

Llegué a la biblioteca con la única idea que había estado en mi mente durante toda la noche: buscar la razón por la cual Samuel era como era.

Sí, sabía que encontrar algo era difícil, pero tenía que intentarlo.

La noche la pasé dándole vueltas al asunto: primero estuve furiosa porque Samuel volvía a ser el niño inquieto de siempre. Luego recordé que él nunca había cambiado, había sido yo quien empezaba a comprenderlo. Después sentí impotencia por querer que mi hermano fuese diferente, pero ya era algo que no estaba en mis manos. No podía llegar y apretar el botón en la cabeza de Sam que dijera «cambiar» y que así se acabaran los problemas. Debía intentar comprender qué sucedía con él.

Y así fue como la idea de investigar vino a mi cabeza.

El motivo por el cual yo estaba en la biblioteca buscando sobre la causa del comportamiento de mi hermano y no en un café internet, era simple: no tenía dinero. Siquiera podía pagar las recargas para mi celular, menos lo podría hacer para navegar en internet.

Pedirle dinero a mi madre no era opción. Ella estaba molesta conmigo por lo que le hice a Samuel el día anterior. Y con justa razón la verdad. A nadie le habría gustado que una chica de mi edad le hiciera ese tipo de daño a un niño. Esa fue una de las razones por las que preferí no salir de mi habitación esa noche. Estaba enojada pero también avergonzada. Y mi madre tampoco quiso hablar conmigo. Ni en la noche ni esa mañana. Incluso no la miré al salir de casa. Estaba decepcionada, eso era obvio.

Por otro lado, Michael hubiese sido mi salvación para poder investigar algo sobre Sam. Pero tampoco le hablaba. Después que tuve mi ataque de explosión con él en el colegio, no habíamos cruzado palabras en las clases, ni nos enviamos un mensaje. La relación se estaba quebrando, era más que evidente.

Exhalé y seguí buscando entre los libros, alguno que hablara de conductas hiperactivas. Pero no había nada. Siquiera tenían un título similar o algo por el estilo. De reojo observaba al bibliotecario. Él solo me miraba curioso de vez en cuando pero no me decía nada. De seguro, se preguntaba el porqué yo estaba ahí siendo tan temprano. Porque sí, señores, yo había llegado al colegio desde las seis de la mañana, y la hora de entrada era a las siete. Daba gracias que la biblioteca siempre la tuviesen abierta desde muy temprano porque de lo contrario me habría tocado buscar esta información en compañía de adolescentes que podían ser muy molestos a veces.

Después de quince minutos, me rendí. La búsqueda había sido inútil y no tenía idea de por dónde empezar. Volví a suspirar y revisé el celular. Me decepcioné al ver que no tenía ningún mensaje de Noah, ni de Michael.

Ninguno de los dos me había escrito.

Pero me decepcionaba aun más que Noah no lo hiciera.

El día anterior había dicho que quería hacer las cosas bien conmigo.

¿Acaso ya no?

Incluso cometí el grave error de enviarle un mensaje. Pero él no respondió.

¿Yo era muy intensa?

¿Se había aburrido ya?

Mi corazón dolía al recordarlo.

Con Noah dando vueltas en mi cabeza empecé a caminar hacia la salida de la biblioteca. Era hora de darme por vencida con esa idea loca e impulsiva que tuve esa mañana. Era obvio que no podría encontrar nada. Pero al estar bajo el marco de la puerta, el bibliotecario, cuyo nombre nunca me molesté en averiguar, susurró:

—A veces el internet ayuda más.

Fruncí mis cejas.

¿Ese chico me hablaba a mí?

Tú, antes que nadie © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora