Capítulo 7

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Estaba en una fiesta, todo estaba borroso

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Estaba en una fiesta, todo estaba borroso. No reconocía el lugar, ni a nadie a mí alrededor, intento encontrar un rostro familiar, hasta que una mano interrumpe mi camino. Cuando veo quien es el dueño de esa mano me quedo de piedra —Leonardo Milano—, intento correr, gritar, pero mi cuerpo no reacciona. Sé que estoy soñando, es como estar dormida y a la vez despierta. Mi cuerpo por si solo toma la mano de Leo y me dirige a una habitación. Sé a dónde va esto, por eso intento despertarme con todas mis fuerzas. Entramos a una habitación y reconozco a sus amigos.

Ahí es cuando mi conciencia me deja tomar control de mi cuerpo y comienzo a gritar...

—¡Nooo! —me despierto de golpe, estaba empapada en sudor, llevo mis piernas a mi pecho—. Es un sueño, solo un sueño —comienzo a susurrar lo que era mi mantra.

Desde lo sucedido con Jacob volvieron las pesadillas, he hecho de todo, ejercicio antes de dormir, salir a caminar e incluso pastillas para conseguir un sueño profundo. Pero nada funcionaba, era como si mi conciencia hubiera decidido aferrarse a ese recuerdo.

Salgo de la cama y me doy una ducha. Deben ser cerca de las cinco de la mañana, siempre me despertaba a esta hora cuando tenía una pesadilla, así que saldría a trotar un rato. Cuando me veo al espejo me congelo, tenía unas ojeras oscuras, mis ojos habían perdido el brillo que estaban recuperando y se notaba a lo lejos que me faltaban horas de sueño. Era increíble cuanto te marcaba una persona, que aun así estando lejos de ti, tenía el poder de lastimarte.

***

Llevaba una hora trotando, mis pulmones me exigían que me detuviera, pero simplemente no podía parar de repetir esos recuerdos una y otra vez. El sol ya estaba saliendo y comenzaba a sentirme sofocada. He luchado contra esto desde hace dos años, pero en ocasiones pensaba que ese monstruo del pasado era más fuerte que yo.

Decido detenerme y tomar un poco de aire. Era hermoso ver cómo el sol iba escalando y las nubes se tornaban de un color anaranjado rojizo, simplemente los amaneceres eran una de las cosas más hermosas que se podían admirar.

Me siento en una banca y cierro los ojos. Necesitaba calmar mi mente, tenía que dejar de soñar despierta, porque si continuaba así, caería en una depresión y eso no era buena idea. Me concentro en el sonido de la brisa al mover las hojas de los árboles, era tan relajante, la brisa refrescando mi ros...

—¿Mhia? —me levanto de golpe y miro a todos lados hasta que los veo.

—¿Eh? —es lo único que sale de mi boca. ¿Qué probabilidades había de encontrarme a los hermanos Salvatore en un parque y con ropa deportiva? Pues simplemente ninguna, pero al parecer al destino le gustaba divertirse a costa de uno.

—¿Qué haces aquí, Mhia? —tardo unos segundos en responder, ya que me habían tomado por sorpresa y aún no me acostumbraba a estar a solas con ellos, porque eran unos malditos dioses griegos.

Sombras oscuras © Libro 1 || [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora