Capítulo 35

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Una semana después de que Mhia se marchara le pedimos a su padre que nos enviara a Leonardo, él, además de Mhia, era el único que tenía el código de ese sótano

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Una semana después de que Mhia se marchara le pedimos a su padre que nos enviara a Leonardo, él, además de Mhia, era el único que tenía el código de ese sótano.

La extrañaba con cada fibra de mi ser y sabía que Jace igual, pero él era mejor ocultando sus emociones, lo último que nos habían informado nuestra gente era que había comenzado la quimioterapia y visitaba un psicólogo. Como se lo habíamos prometido, la cuidábamos desde las sombras, aunque ciertamente ella no lo necesitaba.

Llegar a la empresa y no verla en su oficina era extraño, me había acostumbrado a la calidez que le daba al lugar, el sonido de su risa era una de las cosas que más extrañaba.

Sé que en cuanto se subió en ese auto para irse pudimos haberla detenido, ella se hubiera quedado, pero nos era más fácil lidiar con el hecho de no tenerla, que estuviera con nosotros y fuera infeliz, eso era algo que no podríamos soportar.

Ella era una guerrera, valiente y fuerte, pero no importaría cuantas veces se lo dijéramos porque no se lo creía, cuando se diera cuenta de ello, regresaría, podría pasar un mes o varios, quizás un año y nosotros seguiríamos amándola con la misma intensidad que cuando se fue.

El amor en ocasiones trataba de darle el espacio a esa persona para que pudiera sanar, no importaba cuánto quisieras que permaneciera a tu lado, su bienestar y su felicidad siempre iban primero.

La noticia de la muerte del Alcalde Milano, fue noticia mundial, como dijo Mhia, pero lo que había impactado no era su muerte, sino todo lo que había hecho mientras estuvo en el poder. Iba desde el narcotráfico a la trata de blanca, ese hombre, si es que se le puede decir así, no era más que un huevo podrido, el mundo estaba sin duda mejor sin él. La única que pensaba lo contrario era la Sra. Milano, quien negaba todo y exigía justicia para su difunto marido.

La desaparición de Leonardo también fue noticia, al parecer nunca se había ausentado tanto tiempo de casa, las condiciones en las que había llegado fueron asquerosas, una semana encerrado, sin comida y agua habían acabado con el hombre que vi en Italia la primera vez.

Su cuerpo había perdido peso drásticamente, tenía ojeras alrededor de sus ojos, tanto sus muñecas, piernas y pecho estaban estropeados por completo, lucho con las ataduras hasta que no pudo más y el olor a putrefacción me provocaba arcadas.

La única razón por la que no lo buscamos antes era porque queríamos que sufriera, en algún punto debió pensar que lo dejaríamos ahí hasta que muriera, pero no éramos tan salvajes, ese era un tipo de muerte que ni el peor de los hombres se merecía.

Nos habíamos alejado de la ciudad, en este sector se encontraban varios almacenes abandonados y habíamos ocupado el que estaba en mejores condiciones. Leonardo estaba sujeto a una silla, no hacía más que mirar de un lado a otro esperando que alguien saliera de las sombras y lo rescatara. Jace se bebía tranquilamente su whisky en las rocas mientras lo observaba, yo, en cambio, había optado por jugar una partida de Candy Crush.

Sombras oscuras © Libro 1 || [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora