Capítulo 33

4.5K 346 5
                                    

Los efectos del sedante ya habían pasado cuando me desperté, suponía que tuvieron un error a la hora de administrármelo, era de madrugada, quizás un poco más de las tres

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los efectos del sedante ya habían pasado cuando me desperté, suponía que tuvieron un error a la hora de administrármelo, era de madrugada, quizás un poco más de las tres. Lo único que se escuchaba en la habitación eran los pitidos del monitor de signos vitales, Jace dormía a mi izquierda y Jared a mi derecha.

La respiración de ambos era lo único que me mantenía distraída, acariciar el dorso de sus manos era una buena manera de centrar mis pensamientos en algo.

Los recuerdos de la noche anterior eran borrosos, había sido igual que en mi cumpleaños, hace tres años. Era como si algo se apoderara de mí y tomara el control de mi cuerpo, la única diferencia ahora es que el impulso había sido más intenso y la única razón por la que me detuve fue por Jace y Jared. Y la herida en mi estómago.

Estuve tan cegada que ni siquiera sentí el dolor de un cuchillo rasgando mi piel, eso me demostraba una vez más, que era un peligro para los demás y para mí misma. Comenzaría a tomar los medicamentos en cuanto me dieran de alta.

Pero a pesar de todo, no había ni una pizca de arrepentimiento por haber matado a Ana, aunque sentía algo de lástima por Devin, él no había sido más que un peón en su retorcido plan, nunca significo nada para ella.

Eran muy pocas las respiraciones que podía dar sin que la herida en mi estómago doliera. ¿Así era cuando le practicaban una cesaría a una mujer? Porque si lo era, reconsideraría la idea de tener hijos en un futuro.

Con toda la delicadeza que poseo, suelto las manos de los dos hombres que duermen plácidamente a mi lado. No podía dormir y necesitaba pensar, aunque no debería, me pongo de pie.

Mis puntos se quejan, pero eso no me detiene, me desconecto del monitor de signos vitales y tomo a mi viejo amigo el palo con ruedas, debíamos dejar de encontrarnos.

Salgo a paso lento de la habitación, los pasillos se encontraban desolados y parecía que estuviera en la película Feliz día de tu muerte, si me aparecía un hombre con una máscara de bebé no dudaría en meterle al palo con ruedas por la ingle.

Recorro los pasillos intentando dar con la cocina, la comida me ayudaba a pensar y era lo que necesitaba. Tenía un nudo en el estómago y no sabía por qué, Leo estaba encerrado y la rusa estaba muerta ¿Qué me tenía tan ansiosa? Posiblemente, haber pasado tanto tiempo asustada había dejado la constante sensación de estar en peligro.

Atravieso pasillos y por milagro divino doy con la cocina.

Sentía las piernas entumecidas y los brazos me dolían, pero nada de eso me detuvo cuando entre a la cocina. Era sorprendente la poca seguridad que tenía un hospital, aunque era solo eso, no tenía que estar resguardado como si fuera la casa blanca.

Busco algo de fruta encontrando una manzana, perfecto, algo dulce y ligero, no me tomo la molestia de lavarla, porque si estaba aquí debía estar limpia.

Sombras oscuras © Libro 1 || [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora