CAP IV

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"¿Cómo estás?" Preguntó dándose cuenta de la mala cara que tenía.

"Genial." Contestó con sarcasmo aún sin mirarle a la cara, cruzando los brazos sin muchas ganas de seguir hablando con él.

Kudo notó rápido lo fría y distante que estaba en ese momento, pero tampoco podía culparle. No sabía bien como debía actuar. "¿Cómo está Aya?"

"¿Acaso te importa?" Escupió sin querer responder a ninguna de sus preguntas. Sabía que él no tenía la culpa, pero no le apetecía fingir un buen humor o hablarle bien. No era el mejor día para venir a molestarla. "Dejemos el quedabienismo a un lado, ¿vale?"

"Lo siento, llevamos mucho tiempo sin tener contacto. Tienes razón, no creo que tenga mucho derecho a preguntar por vosotras." Dijo con un tono decaído, no parecía haber sido una buena idea acercarse hasta ella, se le había olvidado lo tajante que ella podía llegar a ser.

Shiho suspiró y negó con la cabeza mientras se apartaba el pelo con ciertos nervios. Le costaba mucho apartar el cansancio y la molestia, pero no por eso debía pagarlo con cualquiera que pretendiera entablar una conversación con ella. Respiró hondo un par de veces e intentó no fruncir el ceño mientras apartaba a regañadientes todo ese enfado que sentía. "No, soy yo quien debería disculparse. No debería haber aparecido en tu casa de esa manera y mucho menos para pedirte lo que te pedí. Llevas años casado con Ran y las cosas no se quedaron muy bien cuando me fui. Lo siento."

"No te disculpes." Le cortó poniendo sus manos en sus hombros, provocando que alzase la cabeza para mirarle. "No has hecho nada malo, a diferencia de mí, lo único que has hecho es intentar ayudarla. Yo, apenas sé su nombre."

"Te lo agradezco, pero no es necesario que intentes consolarme, da igual lo que intente, no puedo hacer nada para hacer que mejore..." Contestó a la vez que su mirada se apagaba. "Aya nació como cualquier otra niña sana, pero por culpa del apotoxina de nuestros cuerpos, tiene una genética bastante inusual. El doctor no hace más que recordármelo. Tener otro hijo contigo, es la única manera de conseguir otro perfil genético casi igual al suyo, pero mejorado."

Kudo la escuchó con plena atención, ya había escuchado varios casos similares a ese durante los últimos años, pero nunca le había tocado vivirlo desde tan cerca. Chasqueó los dientes antes de alborotarse el pelo y ponerse a caminar de un lado a otro mientras pensaba. Deseaba poder darle una solución, pero apenas era capaz de pensar algo con lógica. Otro hijo, era demasiado para él.

"Kudo, déjalo." Le frenó al ver lo inquieto que se estaba poniendo. Había hablado demasiado para mantener su tranquilidad mental. "Esto no es tú responsabilidad, deja de estresarte e intentar buscar una solución."

"Sí, sí que lo es." Insistió volviendo a revolver su cabellera mientras fruncía más el ceño y resoplaba.

"Kudo."

Como policía, podía intentar acelerar el proceso, pero sabía que no podía aprovecharse de su trabajo, y que aunque lo hiciese, no serviría de nada si no tenía a alguien que fuese compatible con ella.

"Kudo."

Podía también buscar entre sus familiares más cercanos, ya había escuchado que entre familia era más fácil encontrar a alguien compatible. Pero luego volvíamos al problema del apotoxina, y tampoco se sentía capaz de hablarles a sus padres sobre Aya.

"¡Kudo, para ya!"

El silencio se instaló a todo su alrededor. La gente que pasaba cerca de ellos, se había girado a mirarles confundidos y sorprendidos.

"Te dije que lo olvidaras." Shiho respiró hondo intentando calmar esos nervios que habían aflorado.

"No es tan fácil." Refunfuñó negando con la cabeza. No quería acabar la conversación ahí.

Cuando lo que nos separó nos unaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora