CAP XXVI

240 13 8
                                    


Shiho sacó el cucharón de la olla y la volvió a tapar bajando el fuego al mínimo antes de volver al salón.

"¡Tengo hambre!" Protestó Akira nada más ver aparecer a su madre.

"La cena no está todavía y has merendado hace poco." Rodó los ojos inclinándose a él para removerle el pelo y bajar un poco el volumen del televisor.

"Pero tengo hambre." Hinchó sus mejillas.

Shiho puso sus palmas en sus mejillas y las deshinchó haciendo que él hiciese ruiditos y ambos riesen.  "¿Quieres un zumo?" Sugirió intentando llegar a un punto medio.

Él asintió y Shiho volvió a meterse en la cocina para servírselo. Miró su teléfono al ver que tenía un mensaje de Aya y suspiró al leer que llegaría más tarde. Desde que Aya había empezado el instituto, se había vuelto más liberal para pasar las tardes fuera, ya sea para pasear, ir a ver a Nao o ir a visitar el museo como hoy. No quería ponerle limites, pero con lo unidas que habían estado siempre, le costaba adaptarse a ese cambio tan repentino.

"Aquí tienes." Le entregó el vaso con una cañita.

Akira lo aceptó sin apartar la mirada de la película de dinosaurios y Shiho salió a la pequeña terraza de la parte de atrás del apartamento para recoger las sábanas del tendedero. El conjunto de apartamentos tenían un jardín interior con un cerezo realmente grande, a Aya le encantaba poder decir que tenía un cerezo gigante. Bueno, ahora que había crecido algo más puede que le importase bien poco, no lo sabía bien.

Pero a Shiho también le gustaba y Akira contaba los días por verlo florecer.

Apartó la mirada del cerezo y se puso de puntillas para alcanzar las sábanas sin que tocasen el suelo y un fuerte estruendo le hizo volver a girarse asustada. Frunció el ceño al ver algunas ramas del cerezo balancearse y dejó las sábanas en una silla antes de asomarse y ver a alguien impactar finalmente contra el suelo. Volvió a entrar en la casa y cogió las llaves para ir a comprobar que estaba bien.

"¿Kid?" Peguntó sorprendida al reconocer su traje blanco. Él respondió con un gemido a la vez que intentaba levantarse. "Deja que te ayude." Se veía desorientado y no fue difícil ver la herida de su hombro que sangraba. Llevar traje blanco, implicaba que la sangre resaltase mucho más.  "Joder, estás herido." Frunció el ceño intentando ayudarle por su brazo bueno. "Tienes que entrar a casa."

"De-déjame en paz." Protestó tambaleándose.

"Estás herido y te has estampado contra un árbol, ¿De verdad quieres quedarte aquí? ¿Acaso el golpe te ha vuelto idiota?" Protestó la pelirroja guiándole a la entrada de su casa. "No tardarán en verte los vecinos si no entras." Dijo haciendo que el mago cediese finalmente.

Shiho se aseguró que Akira estuviese entretenido, cosa que dejó de preocuparle por que se había quedado dormido en el sofá y aprovechó para guiarlo al baño y sentarlo en un taburete mientras buscaba el botiquín. "Quítate la camiseta." Le ordenó.

Kaito le miró alzando una ceja y sonrió pícaramente. "Vaya, vas muy rápido para apenas conocernos." Dijo sacándose la camiseta.

Ella le fulminó con la mirada y le pellizcó el brazo antes de empezar a curarle.

"¡Vale, vale! Lo pillo." Se quejó antes de resoplar. "Has sido tú la que me ha invitado a entrar." Comentó observando su alrededor. "¿Vives con alguien más? ¿Tiene que venir tu pareja?" Preguntó haciendo que ella riese y él frunciese el ceño confuso.

"Vaya, ¿Es que ya no te acuerdas de mí?" Preguntó ella sin desviar su mirada de su herida. "No sabía que tenías tan mala memoria."

Él frunció el ceño mientras clavaba su mirada en el reflejo el espejo e intentaba recordar fijándose más en sus rasgos. Piel clara, rasgos europeos, pelo rojizo...

Cuando lo que nos separó nos unaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora