5. La feria I

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Llegué a casa. Raúl y yo intercambiamos nuestros números de teléfono, y además propuso quedar otro día. Sin dudar un segundo, acepté volver a vernos al día siguiente. Era un tipo muy interesante.

Después de comer, alguien llamó a la puerta. Al abrir, Claudia no pudo evitar desviar su mirada hasta mi herida, espantada.

—¿Qué te ha pasado en la cara? —preguntó alarmada.

—Oh... No te preocupes. Un perro me ha arañado.

—¿Un perro?

—Es una larga historia. Adelante, pasa.

Nos dirigimos al salón y nos dejamos caer en el sofá.

—¿Cómo ha ido con Luís? —pregunté interesada.

—Pues muy normal. Fuimos todos a hacer unos recados, tomamos algo y poco más. David me pidió tu teléfono y Hugo me preguntó si hacía mucho tiempo que habías llegado de donde hubieses ido a estudiar.

Le miré, sorprendida. ¿Hugo se había interesado por un aspecto que tenía que ver conmigo?

—¿A él qué le importa?

—No lo sé Lisa, pero creo que deberías hablar con él.

—Si quiere conversar, que se acerque él. Yo ya he dejado claro que no tenía nada más que decir.

—Y Hugo también. Al final, esa conversación nunca se llevará a cabo.

Chisté y no soltó una palabra más sobre ese tema, ya que había notado mi desagrado sobre el rumbo por el cual nuestra conversación estaba encaminándose.

—Podríamos hacer algo esta noche —propuse.

—¡Casi se me olvidaba! Esta tarde montan la feria en el barrio donde vivo. Podríamos ir.

—¡Hace como cuatro años que no voy!

—Pues venga, arréglate. Nos vemos allí, a las 19:50, en la entrada principal.

—Vale.

Y se fue.

Aún quedaban más de tres horas para que la feria empezase; pero como tardaba más de cuarenta minutos en llegar, decidí empezar a arreglarme. Me duché, me vestí con un conjunto bonito y cómodo; y para finalizar, peiné mi cabello con una cola alta.

Cuando llegó la hora, salí y fui a mi barrio antiguo, donde estaba localizada la feria.

A los cuarenta y cinco minutos llegué, pero Claudia aún no estaba allí; o al menos, no estaba presente en mi campo de visión. El lugar se encontraba lleno de gente, hasta tal punto, que prácticamente no había lugar vacío por el cual pasar. Tal vez no había sido buena idea asistir el primer día.

Transcurridos unos minutos más, después de buscarla alrededor de la zona, la divisé en las mismas condiciones que yo, buscándome por todos lados. Me hice paso entre la gente y cuando estuve muy cerca me vio.

—Hola Lisa —tenía la necesidad de gritar para que lograse escucharle.

—Hola —saludé del mismo modo.

—Antes de nada, hay algo que no te he dicho —le miré amenazante, ya me podía hacer una idea de lo que sucedería unos minutos después.

—Dime, Claudia.

—También estarán con nosotros Luís, David, y Hugo.

Negué con la cabeza y me agarró del brazo, ignorando mi gesto. Nos hicimos paso entre la gente, y cuando estuvimos dentro, al lado de la primera caseta de comida rápida, detuvo su paso.

Sabía que volverías (SA, LP#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora