30. Veinte cosas que faltaron

1.1K 95 67
                                    

Resumen del capítulo anterior (para recordarlo después de tanto tiempo):

Después de la confesión de Hugo (que estuvo con otra chica), él le dice que a la mañana siguiente pasará a buscarla para ir a desayunar, y así lo hace. Lisa está distante y fría en todo momento y Hugo, cansado de la situación, explota y le dice todo lo que siente respecto al asunto. Siente que ya han pasado suficiente tiempo separados y que merecen estar bien y juntos, después de todo. Hugo le recuerda que ella es la única y que quiere hacer todo lo que una pareja hace, pero sólo y exclusivamente con ella. No hay otra.

Lisa, después de sus palabras, siente ese punto de debilidad cuando se trata de él. Siente la necesidad de abrazarle, besarle, y dejarse llevar. Pero...

Pero en vez de hacer caso a mi parte dulce, sensible y enamorada de Hugo que me pedía a gritos que le abrazara y le besase; le hice caso a mi lado más duro, sin serlo demasiado.

—Ya no tengo hambre. 

—Yo tampoco, en realidad. 

Asentí con la cabeza e inicié un paseo en solitario de regreso a casa. Hugo me acompañaba, me seguía, venía conmigo; pero era como si no estuviese. Él sabía que en esa media hora de camino reflexionaría sobre lo nuestro y lo que acababa de decirme. Sabía que lo tenía claro por el hecho de que no dijo ni intentó decir nada, tampoco intentó entrelazar nuestros dedos, algo tan rutinario para nosotros como demostrarnos lo que sentíamos el uno por el otro. 

Únicamente caminaba a mi lado, como si fuese un desconocido que estaba interesado en mí. Con la diferencia de que le conocía lo suficientemente bien como para saber que necesitaba que dijese algo, cualquier cosa; y de que le quería. 

—Hace un bonito día. 

Quizá no fue la mejor opción, pero poco más se me ocurría decir. Tal vez lo idóneo hubiese sido permanecer en silencio. 

No escuché una contestación así que intuí que simplemente había asentido con la cabeza. 

Después de veinticinco minutos sin dirigirnos una mirada, lo hice. Caminaba con la vista fija en el suelo y parecía pensar en algo importante.

Al fin, transcurrido un tiempo, alzó la cabeza hasta que sus ojos chocaron con los míos. Ojalá todos nuestros peores encontronazos fueran así: miradas que se cruzan en momentos decepcionantes para convertirlos en instantes maravillosos. 

—Creo que no es justo, Lisa.

Sus ojos miraron de nuevo hacia el suelo arrastrando con ellos esa sensación.

—¿El qué no es justo? 

—Que te enfades por algo que hice cuando no estábamos juntos.

Suspiré, dándole a entender que ya me cansaba ese asunto.

—También me ha molestado que me mintieras cuando dijiste que no habías hecho nada durante esos ocho meses.

—Yo te pido perdón por eso, pero sólo y únicamente por eso. No puedes pedir que me disculpe por algo que sucedió cuando no estábamos juntos.

—No quiero hablar más de esto, pero te recuerdo ya por décima vez, que antes de irte a Palencia dijiste que no podías tener una relación seria con nadie, que por eso no podías estar conmigo y necesitabas tiempo. Sin embargo la tuviste. Eso me enfada. Mucho. No lo entendí, no lo entiendo, ni lo entenderé nunca.

—Y yo te he respondido esas diez veces, que sólo surgió.

—Pues permíteme que me enfade porque otra chica estuvo contigo cuando perfectamente podrías haberte quedado aquí y haber seguido conmigo.

Sabía que volverías (SA, LP#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora