29. Pérdida de tiempo

1.4K 87 55
                                    

Pasado un corto periodo de tiempo nos alejamos, pero él no soltó mi mano en ningún momento. 

—Hablamos mañana, Hugo.

—Vale. ¿Te parece bien que pase a buscarte por la mañana para ir a desayunar?

Suspiré y le miré. Lo que había ocultado me había dolido y tenía dudas sobre nosotros; pero le quería, y ese sentimiento era inevitable. 

—Haz lo que quieras —comenté.

Hugo hizo un intento de darme un beso, pero sus labios aterrizaron sobre mi mejilla. ¿Esperaba que le besara de vuelta?

Él asintió claramente entristecido y volvió a su posición inicial. Yo me adentré al edificio y volví a posar mis ojos en él.

—Te quiero —dijo antes de que cerrara la puerta. 

Le sonreí de forma leve como respuesta y me dirigí a mi casa. 

Ya nada se sentía igual. 

Fui directamente a mi habitación, me puse el pijama y me tumbé en la cama con la intención de leer un rato, pero era incapaz de concentrarme. En todo momento venían a mi mente imágenes de recuerdos de Hugo y míos. Nosotros en el lago, nosotros en su casa y en la mía, nosotros en el restaurante; nosotros, nosotros, y nosotros. Quizá un concepto que ya no volvería a sentirse igual.

¿Me quería? ¿Me estaba mintiendo?

¿Era su primera opción? ¿Volvería a por ella?

~*~

Desperté de mal humor por culpa del timbre que no paraba de sonar. Miré la hora en el reloj y vi que eran las doce. Me dormí demasiado tarde y mi cuerpo necesitaba descansar. El molesto timbre volvió a sonar y después de maldecir varias veces fui a ver quien narices era.

—¿Sí? 

—Hola, buenos días Lisa.

—Hola Hugo.

—Vengo a buscarte para ir a desayunar. Sólo si te apetece claro.

—Sube, aún estoy en pijama. 

—¿Quieres que suba? —preguntó, claramente asombrado.

—¿Quieres esperar abajo más de diez minutos?

—No.

Le abrí la puerta y en pocos segundos se escucharon pasos subir a toda prisa por las escaleras. Un corto periodo de tiempo después, Hugo se posicionó enfrente de mí. Tenía muy mal aspecto ya que debajo de sus ojos se encontraban unas ojeras inmensas.

—Vaya, lo siento. ¿Te he despertado? —dijo al observarme un poco más detenidamente.

Me aparté a un lado para que él pasara y se quedó de pie al lado de la puerta del comedor.

—Sí. No he podido dormir mucho esta noche.

—Ya, yo tampoco —confesó.

Asentí y me quedé justo a unos centímetros de él.

—Siéntate en el sofá, si quieres.

—No, prefiero esperarte de pie. Gracias.

—Está bien.

Me adentré a mi habitación y busqué en el armario la ropa más sencilla. No me apetecía arreglarme demasiado.

Opté por unos pantalones negros ceñidos y una camiseta roja adornada con una cremallera atrás. Todo iba bien hasta que me tocó subir la maldita cremallera. Como se encontraba en la espalda, no era capaz de cerrarla del todo así que se me presentaron dos opciones: O quitármela y ponerme otra, o pedirle ayuda a Hugo. 

Sabía que volverías (SA, LP#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora