18. La cafetería

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Después de los besos y las confesiones con Hugo, bailamos Raúl y yo solamente una canción más y abandonamos la discoteca para dirigirnos a nuestras casas a dormir, pero sin quitarme ni un segundo de la mente lo que había sucedido en los baños masculinos.

Esa misma noche, Raúl se quedó a dormir a mi casa; y lo hizo en la habitación de invitados.

Al día siguiente me levanté con un dolor de cabeza terrible. No porque hubiese bebido, sino por el volumen tan alto de la música. Además, se le añadía el cúmulo de emociones vividas la noche anterior.

A las once de la mañana, mi teléfono empezó a sonar.

—Buenos días Lisa, ¿te apetece quedar para desayunar? Hemos dicho de ir a la cafetería de siempre.

Esa mañana, el establecimiento me pareció el lugar idóneo para ir a comer algo. Le propuse a Raúl de ir y él aceptó. Por eso, le di una respuesta afirmativa a mi mejor amiga.

Justo cuando pisamos la calle, Raúl entrelazó su mano con la mía.

—Me estoy cansando de esperar, Lisa —soltó de repente durante un momento cualquiera del transcurso del camino.

—¿Esperar el qué?

—¿A ti que te parece? ¿Cuántas veces más quieres y necesitas que te diga que me gustas?

—Sé que te gusto pero... —dejó de caminar, haciendo que yo llevara a cabo lo mismo para encararle.

—Pero no lo suficiente.

—No, no es eso. Sólo que —me hizo callar.

—Entonces sal conmigo Lisa —era la primera vez que me lo proponía de forma directa.

—Yo por ahora no lo sé Raúl. Sólo dame tiempo.

Suspiró con pesadez, y siguió caminando hacia el lugar donde habíamos quedado. Ya no faltaba demasiado recorrido.

—Dices que te gusto lo suficiente, ¿entonces que evita que tú y yo estemos juntos? Hugo ya tengo claro que no lo es. Por suerte ya has conseguido dejarle de lado. ¿Entonces?

Que equivocado estaba.

Simplemente alcé los hombros como respuesta y seguí andando. Antes de llegar, justo un par de minutos antes, no pude evitar sentirme mal por no haber contestado su pregunta.

—Lo siento Raúl. En realidad no mereces que alguien como yo se fije en ti. No te debería interesar tenerme a tu lado. Tú eres una gran persona y —no pude decir nada más.

Callé en el instante que detuvo su caminata de nuevo y me aproximó a él. Seguidamente liberó mi mano derecha y desplazó ambas extremidades a mi cintura, atrayendo mi cuerpo al suyo rápidamente.

Ese gesto me incomodó bastante.

—Deja que yo sea el que me equivoque —susurró sobre mis labios.

Estuvo a punto de besarme.

No sabía lo cerca que estábamos de la cafetería hasta que escuché una voz que resultó ser la de Claudia.

—¡Chicos! ¡Ya habéis tenido tiempo toda esta noche! Venga, venid a desayunar que hay hambre.

Cuando giré la vista y vi a Hugo a unos cuantos metros de mí, tan tenso y con la mandíbula tan prieta, quise que la tierra me tragase. No quería que me viese bien con Raúl, y menos quería que pensara que había sucedido algo esa noche. Sólo quería que me viese, bien o mal con él; a su lado.

De forma instantánea, me alejé de Raúl y nos sentamos en los dos sitios que había libres en la mesa. Yo dejé caer mi cuerpo en la silla de delante de Hugo y Raúl enfrente de Samira.

Sabía que volverías (SA, LP#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora