13. Raúl y la posible cita formal

1.2K 122 36
                                    

Pasé toda la tarde viendo películas y series; y cuando llegó la noche, llamaron a mi puerta. La verdad es que me estaba cansando de recibir tantas visitas. Abrí con desgana, y delante de mí se encontraba Raúl.

—Hola Lisa.

No tenía la sonrisa en el rostro que ya le caracterizaba. Parecía molesto por algún motivo, y no dudé en comentárselo.

—Hola, Raúl. ¿Estás enfadado?

Antes de contestar a mi pregunta, fue directo al sofá y se sentó en él. Seguidamente, dejé caer mi cuerpo a su lado.

—No, enfadado no. Estoy molesto.

—¿Por qué?

Se acomodó, de modo que su cuerpo se aproximó levemente al mío. Llevó su mano derecha hasta mi hombro, y me miró directo a los ojos.

—Lo haces muy difícil. Dices que quieres olvidar a Hugo, y además lo dices con seguridad, como si fuese cierto. Pero después se acerca a ti y claro, te mira de tal manera con esos ojitos azules que no puedes evitar escucharle, mirarle, sonreírle, hablarle. No puedes evitar que te guste. ¿Y yo, yo qué, yo paso a segundo plano? Si estás pasando un tiempo conmigo, estás conmigo.

En ese momento, iba a responderle pero me fue imposible, ya que posó su dedo índice de su mano libre sobre mis labios.

—Y yo te comprendo. Cuando alguien te vuelve loco no puedes luchar contra eso, este tema de conversación lo hemos tenido más de tres veces. Pero si que puedes hacer algo contra ello; como ignorarle, evitar a toda costa verle, o simplemente, si no puedes remediarlo, saludarle. Pero tú no. Parece que lo único que quieres es estar con él. Y eso no es malo, pero entonces confiésalo, confiesa que sientes algo fuerte por él; que te encanta que esté detrás de ti, Lisa.

Habló a tal velocidad que necesitó inhalar y exhalar profundamente varias veces.

—Esta tontería sin sentido se acabó Raúl. Ya no me interesa nada que tenga que ver con Hugo Sánchez —respondí brevemente a su largo comentario.

—Hasta que vuelva.

—No vendrá a buscarme, te lo aseguro.

—Permíteme que lo dude.

—Pues no tengas dudas.

Como si de un acto reflejo se tratara, fue bajando su mano por mi brazo hasta que entró en contacto con la mía, y le dio un leve apretón. Seguidamente, entrelazó nuestros dedos y me sonrió.

—Lo único que me dice que siga intentándolo es esto —dio varios golpecitos sobre la zona izquierda de su pecho—, que aunque yo intente evitarlo, constantemente me recuerda a gritos que me gustas un poco más de lo que deberías.

—¿Por qué un poco más de lo que debería?

—Porque no es correspondido, y ese sentimiento de rechazo sería capaz de herir al más fuerte.

—¿Y tú qué sabes si es o no es correspondido?

Después de soltar esas palabras rió, y la verdad es que esa carcajada no tenía ni una gota de humor.

—No puede ser correspondido ya que en el instante en el que Hugo se acerca, yo ya dejo de estar presente. Cuando él se aproxima a ti, Raúl ya no existe.

—Tienes que entenderlo. Yo...

—En parte lo comprendo, pero no lo acepto.

Suspiré, y él se acercó más todavía.

—Olvídate de él de una vez —prácticamente rogó.

—Si cada vez que nos encontramos tú y yo, hablamos de él...

Sabía que volverías (SA, LP#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora