La ira de Lucio

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Un grupo de soldados se acercaban. Envainé mi espada, la pelea había terminado. En ese momento me pregunté si la guardia de la ciudad sería comprensiva con nosotros. Al fin y al cabo, no éramos nosotros quienes habían comenzado la pelea. 

De improviso, una mano me agarró por detrás y me levantó en el aire. Lo siguiente que supe fue que pasaba dando tumbos entre la gente a gran velocidad. Iba de costado, como si fuera un paquete de ropa que alguien llevara bajo el brazo. Quise resistirme, pero el mareo que me producía el viaje me lo impedía. Aun así logré asestar algún que otro débil golpe a mi captor.

—Soy yo, idiota —dijo la voz de Ruma.

Alcé la vista y, efectivamente, era Ruma quien me llevaba en volandas. 

Continuó corriendo un buen rato hasta que llegamos al río. Lo cruzamos por un puente de madera y cuando estuvimos del otro lado por fin me bajó. Vomité sobre el pequeño murillo de piedra, dejando caer todo lo que había en mi estómago al río.

—Vamos —dijo Ruma.

Quise protestar, pero continuó arrastrándome. Caminábamos de prisa, pero al menos ya no corríamos.

—¿Qué diablos sucede? —quise saber—. ¿Por qué huimos de esa manera? No hemos hecho nada malo.

—Claro que sí. ¿Acaso crees que está permitido combatir dentro de la ciudad?

—Pero nosotros no fuimos quienes...

—Eso da igual. No tenemos tiempo que perder con la guardia de la ciudad si queremos llegar al coliseo. Ya es tarde.

Así que era eso. Continuamos nuestra marcha hasta que la gran mole de piedra se hizo visible. Estábamos en el barrio burgués. No se veían demonios por allí. Tampoco había muchos aventureros, y algunos comerciantes miraban a Ruma con desconfianza, como si el solo hecho de su presencia fuera un augurio de problemas. 

El coliseo se ubicaba cerca de la muralla que dividía la zona aristocrática de la zona común. A pesar de que todavía estábamos a unos cientos de metros, se hacía evidente que su tamaño era... bueno, colosal. Nunca había visitado el antiguo coliseo romano, pero por las fotos que vi este de aquí parecía ser aún más grande. Su mera visión era realmente impresionante.

—De todas formas —dije, todavía recuperando el aliento—, ¿por qué nos atacaron aquellos tipos?

—Probablemente porque te vieron conmigo —dijo Ruma—. Eran de la tribu Feroa, es decir, la tribu canina de la raza bestia. Hay una gran rivalidad entre la tribu Feroa y la tribu Zania, o sea la tribu de zorros. 

—Ya, y por eso decidieron montar un espectáculo en el medio del barrio de los herreros.

—No puedes esperar mucho de la tribu Feroa. Son todos unos idiotas, ¡JA!

Puse cara de escepticismo. Si ellos no la hubieran provocado, seguramente hubiese sido Ruma quien iniciara la riña.

Había algo más que había llamado mi atención:

—¿Cómo es que no detectaron mi poder mágico? Creía que la raza bestia tenía buen olfato para el mana.

—Ciertamente, y en especial la tribu Feroa. Pero esos aventureros eran jóvenes, y no estaban muy bien entrenados. Probablemente recién empiezan. No sé cuál sea tu problema, pero recuerda que ni siquiera Runel podía olfatear con claridad tus reservas de mana.

—Gracias por ese último comentario —dije ofendido.

—De nada —contestó Ruma.

¡Realmente no se entera de nada!

REINCARNATED Isekai (Saga Diarios de Sol y Sombras I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora