Prólogo - El Campeón y la Profecía

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Un jinete avanzaba en medio del bosque cubierto de nieve que se derretía, buscando al ser que le diría lo que necesitaba saber. 

La palabra ser tal vez no fuese la más adecuada para describir a aquel que podía ver cosas que otros no podían. Algunos afirmaban que en realidad era un hombre. Otros decían que alguna vez lo había sido, pero que ya no lo era. Los relatos eran difusos, incluso contradictorios. El jinete dudaba mucho de que ninguno de aquellos que decían haber tenido un encuentro con él lo hubiesen divisado de lejos siquiera. Encontrarlo, sabía, sería una empresa difícil.

Pero eso no lo detuvo. Durante meses recorrió el mundo, escondido, haciéndose pasar por alguien que no era. Haciendo preguntas aquí y allá, investigando, siguiendo cada pista que cada relato dejaba entrever. Y es que por más mentiras que oyese, toda mentira tiene siempre algo de verdad. Y alguna de esas verdades, por más insignificantes que fueran, podía contener el dato que lo llevaría a dar con su paradero.

Así, aquel legendario guerrero, conocido por todos, aclamado por su gente, se movió entre las sombras durante tanto tiempo. 

Sombras... Aquella palabra no le gustaba. Detestaba tener que actuar de esa manera. No era el accionar típico de un Campeón. Pero no tenía otra opción. Aquello era demasiado importante como para intentar poner fútiles reparos. Siguió avanzando, siempre de día, descansando de noche. Más aún al llegar a aquella tierra lejana, inhóspita, cubierta por el blanco. 

La información le había llegado de un pescador de la costa norte del continente cercano. Según dicho pescador, un día de tormenta su barca había naufragado sin que él pudiera hacer nada para evitarlo, y había terminado en las costas de aquella gran isla. Con la barca destruida, al no poder regresar a su hogar, había rondado aquellos blancos páramos hasta dar con una aldea pérdida en el medio de un bosque.

La gente de la aldea lo acogió, y pronto el pescador pasó a formar parte activa de la comunidad que allí vivía. Pero el pescador había dejado esposa e hijos atrás, y solo pensaba en volver a su hogar. Siendo así, apenas recuperadas las fuerzas que el naufragio le había quitado, puso manos a la obra para planear su regreso.

La gente de la aldea lo ayudó. Eran pocos, y la mayoría estaba ocupada en las tareas diarias que demanda la supervivencia en un lugar como aquel, pero poco a poco, y con mucho esfuerzo, logró construir una embarcación que podía ser maniobrada por un solo hombre y que era incluso más resistente que la anterior. 

Pero el invierno llegó, y la costa se congeló. Obligado a esperar, el pescador pasó la dura estación en la isla, y cuando finalmente el deshielo comenzó, se dio cuenta de que las reservas de comida de la aldea eran demasiado escasas como para irse con una parte. No quería hacerle eso a la gente que lo había ayudado tanto durante esos últimos meses.

Con esto en mente, el pescador aguardó unas semanas más mientras ayudaba a recolectar carne de caza, la cual sometía a salazón para su conserva, y algunas semillas para el viaje por mar. Fue en una de estas partidas de caza que lo vio.

Fue tan solo un momento, un instante fugaz. El pescador tenía buena vista, y sabía que sus ojos no lo engañaban. Los aldeanos hablaban de un ser que vivía escondido en las profundidades de la isla, aunque no se sabía muy bien dónde, al cual le dejaban ofrendas de comida como a un dios. Era un ser especial, pero el pescador no entendía por qué. Aparentemente aquel ser tenía poderes, ciertas habilidades. Pero como el pescador no entendía bien el idioma de los nativos de la isla, no pudo precisar bien los detalles. El caso es que pudo divisar una figura que caminaba de manera extraña, a los lejos, como renqueando. Llevaba una capa negra que lo cubría por completo. Lo divisó por un segundo, y luego el ser desapareció detrás de unas montañas.

REINCARNATED Isekai (Saga Diarios de Sol y Sombras I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora