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—Deseo que esta noche seas mía.
Violeta.
Al escuchar lo dicho, me puse nerviosa. El olor de su aliento, del perfume de su piel, el susurro de su profunda voz a mi oído, el calor de su mano en mi cuello, incitaban mis ganas, mis deseos, pero tengo algo, llamado orgullo.
Acostarme con él equivale a ir en contra de todo, de mi dignidad como mujer. El motivo por el cual estoy haciendo esto, mi condición, donde nadie, ni siquiera él, puede ponerme un dedo.
Pero las ganas, el deseo de sentirlo estaban empezando a invadir mi cuerpo. La ocasión, el lugar, todo se presta para un encuentro sexual desenfrenado.
No puedo negar que es un hombre irresistible, provoca que juegues con tus deseos. Sus palabras ponen a temblar, no solo mi cuerpo, sino también mi dignidad.
Estaba empezando a percibir mi excitación.
Lo empuja. —No quiero acostarme contigo, lo acordamos.
—Es un acuerdo que podemos cambiar. Quiero hacerte tantas cosas, pasear mi boca por cada rincón de tu cuerpo, abrir tus piernas, aferrarme en tu ser.
Violeta
Mi respiración empezó a agitarse al decir las cosas que me harán en la cama, están causando efecto.
Me sentí excitada, tanto que mis bragas empezaron a humedecerse. Apretaba las piernas, las manos, tratando de disimular mi excitación, pero se estaba saliendo de control.
No se detenía, seguía susurrando a mi oído aquellas palabras, el calor empezó a invadir mi cuerpo, estaba provocando muchas sensaciones.
Cerré los ojos, incliné el cuerpo hacia atrás.
Alguien se acercó.
Él recuperó la postura, y salí de mi trance erótico.
El mesero trajo otra botella de vino.
Mientras la servían, miraba mis pechos, tenía los pezones duros, se notaban a través de la delgada tela del vestido.
El mesero se marchó, volvió a mi oído. Simuló el roce de sus dedos sobre mis pechos, moviéndolos en círculo.
— No sabes cómo muero por tocarlos, pasear la lengua en ellos, darle sutiles mordiscos.
Violeta se muerde el labio—Pará, por favor, no sigas—Se levanta de la mesa.
Salí corriendo al baño, estaba demasiado excitada. Me siento atrapada entre rechazarlo y dejarme llevar.
Volví, estaba en la terraza, hablaba por celular, se veía molesto.
