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Violeta.
Jini me entregó los formularios.
Como imaginé, algunas chicas ni siquiera tienen identificación, sobre todo las de otra nacionalidad. Dice que son menores de edad. Aquí hay algo más. Trata de blancas.
Quería hacer esto antes que August se vaya. A pesar de que tengo su respaldo, su presencia pesa.
— Quiero hablar con ellas, una por una.
—¿Qué vas a hacer?
—Si vas a dejarme en frente de esto, quiero hacerlo lo más legal posible. Aunque este negocio sea turbio, sé que no está bien lo que pasa, pero tengo valores, no quiero hacer cosas que vayan a encontrar de ellos.
Si las mujeres hacen esto por gusto, está bien, es su cuerpo, su decisión, pero si están obligadas, no voy a seguir en esto.
— Me hago el de la vista gorda; la Diabla tiene el control de todo. No me meto en sus asuntos, no se mete en los míos.
—Entonces no puedo seguir en esto. Es que no puedo hacerme la de la vista gorda si algo está mal.
—Está bien, hazlo como mejor te parezca, pero no quiero problemas con la Diabla, mucho menos que los tengas.
—No le tengo miedo.
—No se trata de eso, mi amor. Ella sabe cosas, tiene el respaldo de otras personas; ellos la respetan. ¿Por qué crees que aún sigue aquí? Llego cuando tenía quince años; lleva más de la mitad de su vida en esto. También es bailarina, tiene sus propios clientes, es buena en lo que hace, es respetada por las chicas.
Violeta.
No sé porque me dio celos.
La Diabla es una mujer que está entre los treinta años, alta, voluptuosa. No puedo negar que es bonita. Tiene muchos tatuajes, sobre todo los brazsos y piernas.
Y sí, aunque me cueste reconocerlo, despierta mis celos, sobre todo porque tuvo encuentro sexuales con August
Tiene razón; es mejor caminar despacio; a esa mujer se le nota que no anda con rodeos.
Papá decía que los tratos con los "enemigos" Se hacen con inteligencia.
Hable con cada una de esas chicas; mis sospechas son ciertas. Había ocho menores; sus edades están entre los dieciséis y diecisiete años.
Teniendo en cuenta lo dicho por August respecto a la Diabla, decidí hablar con ella, usando la inteligencia.
La mandé a llamar.
Se sentó en frente mío con una mirada intimidante.
—Soy del tipo de mujer que no me gusta tirarle a otras, mucho menos si no la conozco. No estoy aquí con la intención de quitarle la corona a nadie.
