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Miraba al frente del ascensor, en la sala del médico me dieron una bolsa con hielo y por un momento pensé en tirársela al chico que me tiró a la piscina en lugar de usarla en mi frente

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Miraba al frente del ascensor, en la sala del médico me dieron una bolsa con hielo y por un momento pensé en tirársela al chico que me tiró a la piscina en lugar de usarla en mi frente. Giré apenas el cuello para dirigir la mirada a los dos chicos de animación. El alto estaba delante de nosotros mirando la pantalla de su móvil como si le fuera la vida en ello, y el bajito se encontraba a mi lado mirando una tarjeta de identificación. Me incomodaba bastante el silencio, así que dije lo primero que me pasó por la cabeza.

— Así que... ¿Trabajáis en el barco? — ¿Pude haber preguntado algo más tonto? No.

— Por lo que dice en nuestras camisas de animación... Sí. — Habló el chico rubio, que continuaba sin levantar la cabeza del móvil. No sonó borde, más bien divertido.

— Aunque por tu caída, parece que preferirías que trabajásemos en otro tipo de animación. — El moreno bromeó, sonriendo de medio lado.

—Antes me dejaba reanimar por una rata. — Fruncí el ceño, mirándole con asco.

— Si te di con la puerta fue por tu culpa. ¿Sabes? No está bien espiar, por muy guapos que seamos. — Cruzó sus brazos en pose de prepotencia y eso me hizo enfadar un poco más.

— ¿Y que me tiraras de un empujón a la piscina también fue culpa mía? — ¿Por qué el chico estaba sonriendo?

— No has negado que nos estuvieras espiando. — Resoplé y agradecí que las puertas del ascensor se abrieran en ese momento.

— Esta es mi planta. Gracias por nada y hasta nunca, chicos.

Cuando estaba saliendo del ascensor, me giré para hacer, quizá, el gesto más infantil que he hecho en mi vida. Le lancé la bolsa de hielo a la cabeza al chico moreno. No le dio tiempo a reaccionar, pues las puertas ya se estaban cerrando y yo me fui corriendo lo más rápido que pude. Se lo merecía, y no me arrepiento de nada.

Casi llegando a mi camarote me encontré con mi prima, que insistió en que le contara toda la historia del golpe, detalle por detalle. Ahora ella también odiaba a ese chico, aunque sería bastante improbable que volviéramos a verlo, o eso esperaba. La noche terminó sin ningún nuevo incidente.

...

Se esperaba un nuevo día, mi prima, el gemelo de Lydia y mi hermano nos hablaron de una actividad que realizaban en la planta 23 a las 10:00. Aún faltaba más de una hora, pero solo por el entusiasmo con el que nos lo dijeron, nos convencieron para ir camino a un tobogán acuático y una tirolina, también sobre agua. Sospechábamos que era una actividad para niños, pero aun así fuimos casi los primeros en llegar. Cuando se trataba de cosas infantiles, los cuatro éramos los primeros en acudir a cualquier lado.

Resultó que era para todas las edades. El tobogán era de 65 metros de altura, algo alto para niños pequeños, en mi opinión. Intenté que mi hermano se echara atrás, pero era más cabezota que yo, y eso ya es decir. La tirolina se encontraba a 4 metros por encima de una piscina enorme. Solamente contenía una barra donde sujetarse con las manos.

Nos pusimos en la cola del tobogán nada más llegar. Como había dicho antes, éramos casi los primeros, así que apenas teníamos delante a cinco o seis personas. Alguien me dio unos golpes en el hombro llamando mi atención.

— ¡Hola! — Me encontré con una chica de tez morena, llevaba gafas de sol. Su pelo, largo y liso, estaba recogido en una coleta alta.

— ¿Hola? — Me resultó algo extraño que me saludase con tanta emoción, ni siquiera nos conocíamos, aunque me resultaba familiar, quizá la había visto antes en alguna parte del barco. Al ver que no decía nada más, pero seguía mirándome feliz, decidí insistir de forma amable. — ¿Querías algo?

— Quizá te resulte algo extraño esto que voy a decir. Estaba en la sala de emergencias cuando saliste de curarte ese golpe. — Me señaló la frente. — Estaba hablando con tu primo y cuando dijiste vuestro número de camarote fui a buscarlo para decirle algo.

— ¿Éste primo? — Cogí al gemelo de la camiseta y le di un pequeño estirón hacia mí.

—  No... Tu otro primo — Pensé a quién más se podría referir. — Tu primo, de mi altura, pelo liso y alborotado, ojos castaños, pequeñas pecas en la nariz... — La chica seguía dándome detalles de mi supuesto primo, aunque dejé de escucharla cuando caí en la cuenta de a quién se refería. Iba a responderle pero me di cuenta de algo más... ¿Me había seguido hasta el tobogán? — Y también tiene un culo qué...

—  ¡No! No me hace falta saber tantos detalles. Mira, él no es mi primo, ni siquiera sé cómo se llama, y deberías mirarte eso de seguir a la gente a la distancia, es raro.

—  Es acoso. — Habló mi hermano, corroborando mis palabras. Le miramos todos por unos segundos, pero volvimos a nuestras posiciones iniciales enseguida.

—  Sé que es tu primo, no hace falta que mientas. También sé que le vas a ver más tarde en vuestro camarote y necesito que le des algo de mi parte, ya que parece que no me vas a decir nada sobre él.

—  Yo no... — Antes de que terminara, me dio un sobre que parecía contener algo de metal. Pesaba un poco. La chica dio media vuelta sin dejarme decir nada más. Los gemelos y mi hermano me miraban expectantes. Hablé, más para mi misma que para ellos.

—  ¿Y ahora qué hago yo con esto? 

Vacaciones ImprovisadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora