Parte sin título 3 o el juicio.

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Esto va a ser más serio, me dije a mi mismo.

Caminaba por pasillos que parecían infinitos, me recordaron a los backrooms.
Todo estaba en silencio, no sabía que iba a pasar.

Se me subió un riñón a la oreja. Los pasos sonaban fuertemente por los suelos de adoquines de madera chirriantes y brillantes como frotar un estropajo por una bola de billar. Los pasillos tenían cuadros de los prisioneros depositando heces en cubos de basura.

El ruido de una sala cada vez crecía más y notifiqué que ya estábamos llegando al juzgado. Al costado derecho de la puerta para entrar a la gran sala había un pintor empezando a planear su próximo proyecto. El dibujo parecía una persona metiendo algo en un cilindro, me hizo gracia porque el personaje que dibujaba era un poco parecido a mí, qué casualidad.

¡SIÉNTESE!—Una voz femenina gritó.—¡NO DIGA NINGUNA PALABRA HASTA QUE LE ORDENE!

Primer susto. Me senté en una silla nada más entrar a la sala, frente a una mesa. Las paredes estaban cubiertas por gradas, que en ese momento estaban vacías. Amuki, creo que así se llamaba, estaba ahí, sentada en la mesa a mi derecha.

PÓNGASE EL TRAJE—Dijo la chica mientras una figura humanoide completamente rosa, sin rostro, me otorgó un traje de chaqueta y corbata del mismo color—EL JUICIO EMPEZARÁ EN BREVE.

Ella era la juez, la mujer con aquella voz atemorizante que se cubría de un manto rosa completamente. En ese momento me di cuenta de un dato de suma importancia. TODO ERA ROSA. Note que sí había gente en las gradas, pero cubiertas de rosa. Había seres humanoides rosas por toda la sala.

La juez sacó un martillo, parecía un martillo de juguete pero rosa.

En ese momento me di cuenta, las noticias, el periódico, ahí estaba, el Chipote Chillón, ese que robaron el último día 32 de marzo. Lo tuvo siempre ella, ella lo robó y lo pintó de rosa.

Golpeó el martillo contra un soporte en la mesa y una poderosa ráfaga de viento se desprendió por la sala.

Puede empezar señorita Ameki.

Ameki se aclaró la garganta, alineó unos papeles y se dispuso a hablar.

—Antes de nada, querría comentar que no vi cómo llegó el piojo ese a la cima del monumento.—Dijo Ameki—Revisé las grabaciones de seguridad y tampoco pude ver nada. Todo argumento que utilice será respecto a las normas y condiciones que le prohibieron estar ahí arriba y no comentaré ni utilizaré a mi favor el método de cómo subió y atacó la propiedad supongo.

El público aplaudió. No sé por qué pero aplaudió. La jueza se tapó el ojo derecho y se lo rascó, Ameki tosió y un leve sonido de una especie de maquinaria sonó. No le di importancia. Ameki continuó:

—Lo primero, en la norma cuarenta y diecidos del libro de cocina de mi abuela pone que está altamente prohibido estar en un monumento de la ciudad. Al estar altamente prohibido, y tu estar a una altura bastante elevada, la prohibición te afectaría. Si no te diste cuenta te jodes y bailas supongo.

—Pe-

CÁLLATE MISERABLE DELINCUENTE—Dijo la jueza señalándome con el chipote chillón y desplegando una ráfaga de aire que me hizo quitar la idea de insultarla.

—Lo segundo, estabas con otro ser, más bien un animal. Supongo que sería un cerdo ya que salió volando nada más grité.—Continuó Amiko. —Está altamente prohibido llevar un animal salvaje a puntos altos ya que pueden escupir fuego mojado y destrozar la ciudad. Ya tengo dos motivos para llevarle entre rejas, no tengo nada mas que decir señoría.

La alucipante aventura sin sentido.zipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora