CAPÍTULO 2: El comienzo del infierno, 2

71 8 30
                                    

Él sube un poco más sus piernas colocando sus muslos sobre sus antebrazos y desliza sus manos por su tierna piel hasta llegar a su trasero y lo aprieta penetrándola con más brusquedad, con cada embestida parece querer destruir cada centímetro de su cuerpo comenzando por su pelvis.

Solo un par de minutos dura aquel hecho atroz, él se siente insatisfecho por lo que aguarda con su miembro dentro de su vagina hasta su próxima erección, ella aún no despierta, así que con ese factor a su favor decide aprovechar el momento.

Pasa el peso de su cuerpo a una de sus manos y con la otra le levanta la blusa y masajea sus senos los cuales se yerguen al tacto, aprovecha para chuparlos y morderlos con frenesí, marcando a la vez la piel de su pecho con grandes chupones.

Debido a la incomodidad ella despierta, pero esto solo le sirve para aumentar el asco y el desespero, ya que, puede mirar a la bestia mientras toca su cuerpo a su gusto y la penetra a su antojo, él retoma la posición anterior para sujetarla firmemente.

Al verla consciente le sonríe, una sonrisa que resulta repulsiva ante cualquiera en su posición, trata de ser fuerte pero cuando se da cuenta de que tiene su pene dentro y este ya ha conseguido su cometido le es imposible retener las lágrimas.

-Yo sabía que no querías perderte el espectáculo, sabía que te morías de ganas de ver como te hago mía.

Cállate maldito asqueroso!

-Te la voy a dejar pasar solo porque estoy disfrutando estar dentro de ti y porque quiero ver tu rostro cuando te haga venir.

Dicho eso comienza a moverse, penetrándola suave y aumentando de a poco el ritmo, mantiene sus ojos fijos en el rostro de ella, mientras que esta solo llora y trata de mantener su rostro fuera de su campo de visión.

Él tiene sus manos ocupadas sosteniéndola de las piernas por lo que le es imposible obligarla a mirarlo, pero piensa que de todos modos la naturaleza hará lo suyo y ella tarde o temprano tendrá que mostrar señales de placer y el podrá verla y escucharla.

La embiste fuerte, agresivo, con ansias, como si hace mucho tiempo no tuviese a ninguna mujer bajo su dominio, ella llora más fuerte cuando de su boca se escapa un pequeño gemido, él sonríe y se detiene de pronto.

Ella se siente sucia, su cabeza es un completo caos, su parte racional lucha contra esa violación pero su cuerpo anhela que continúe, que la toque, que la penetre aún más fuerte, que la posea hasta llevarla al límite, por eso llora, más que por la violación es porque su cuerpo no se resiste.

Él retrocede para liberar su pene, suelta sus piernas haciéndolas caer con brusquedad, lo que provoca que sus muñecas se enrojezcan por el roce con la cuerda, el semen contenido en su vagina comienza a salir y a deslizarse por su pierna derecha, ella se paraliza y cuestiona en su mente cuánto tiempo ha estado inconsciente y cuántas veces la ha violado ya.

Él aprovecha que tiene las defensas abajo en medio de sus cavilaciones para continuar, se posiciona detrás de ella y en un movimiento rápido pasa una mano hacia su vientre impulsándolo hacia atrás y posa la otra en su espalda arqueándola, su pecho se desliza hacia delante haciendo que su trasero se levante y pueda introducirse de nuevo en su vagina de una sola estocada.

De su boca se escapa un grito de sorpresa y placer, la mano que tocaba su vientre ahora está sobre su clítoris, se mueve de forma circular activando cada nervio presente permitiéndole de manera involuntaria disfrutar el momento, mientras que la otra mano tira de su enmarañado cabello.

Ella tiene momentos de lucidez y otros en los que se somete a su victimario y al placer, parece estar en una montaña rusa, los sentimientos y las emociones la superan y a la vez la frustran, pero no le da el gusto de verla correrse bajo su mano.

Él continúa hasta que no puede más y vuelve a llenar su vagina de semen, se encuentra iracundo porque ella a diferencia de las otras no lo ha complacido con un orgasmo por él y para él, sale de ella nuevamente, camina hasta quedar frente a ella y la toma del rostro presionando fuerte sus inflamadas y adoloridas mejillas.

-Hasta que no te vengas no te dejaré de culiar, de ti depende cuánto tiempo estemos en estas, ¡Ya sé...! Seguramente te lo he hecho como nadie nunca y por eso no quieres que se acabe.- Comenta sonriente con sarcasmo.

Como puede escupe en su rostro y este la suelta para limpiar la saliva que cayó en uno de sus ojos. -A parte de repugnante y vulgar, también resultaste con exceso de confianza... He probado mejores.

Esto último lo dijo con el fin de herirlo ya que a sus 20 años solo ha estado con dos hombres y había sido un completo desastre con ambos, pero jamás admitirá que aquella violación hasta cierto punto ha sido su mejor experiencia sexual, no sabía cuan enferma tendría que estar para pensar aquello, pero sin duda había sentido más que en las anteriores ocasiones.

-Eres una perra...- Golpea su rostro una vez más, una cachetada sonora que hizo eco por todos los rincones de aquel inhóspito lugar. -Con que has probado muchas vergas en tu vida y la mía te resulta poca cosa... ¿Sabes algo? El del problema no soy yo, es que estás tan usada que ese hueco no es del tamaño normal.

-¿Y eso que mierda quiere decir?

-Que la estoy metiendo por el agujero incorrecto.

-¡¿Qué?! ¿A qué te refieres? ¿Para dónde vas?

Su miedo va en aumento cuando ve que los ojos de su depredador se ensombrecen, sus pupilas se dilatan y comienza a caminar hasta quedar detrás de ella nuevamente.

Frota su pene en su trasero y se masturba con la finalidad de tener otra erección y lograr su nuevo cometido, se deleita con sus sollozos, ella ya sabe a qué ha hecho referencia él y no está errada, él pretende profanar aquella parte de su cuerpo que jamás ha sido explorada.

-Por favor no...- Dijo con un hilo de voz.

-¿No, qué?

-No lo hagas, por ahí no.

-¿Por qué no? ¿Acaso nadie lo ha usado?

-No.- Respondió con amargura.

-Entonces será un placer para mí ser el primero.

INFIERNO EN LA MONTAÑADonde viven las historias. Descúbrelo ahora