CAPÍTULO 1: El comienzo del infierno, 1

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Suéltame maldito bastardo...!

-¿Qué te hace pensar que tienes alguna autoridad aquí? Eso era allá con tu querido papi, aquí se hace lo que yo diga...- Susurra a su oído mientras mantiene sujetas sus manos en su espalda, haciéndola sentir asqueada.

No...!

Si digo que vas a ser mi mujer, créeme que lo serás! Jamás hago una promesa y la dejo sin cumplir.

Suelta sus manos un momento para tomar la soga que cuelga de aquel árbol donde suele atar a sus presas para degustar cada rincón de sus cuerpos cuál fiera hambrienta.

Ella aprovecha el instante de distracción para intentar huir, desconoce por completo el lugar donde se encuentra, por otro lado, se percata de que no llegará muy lejos puesto que la zona está fuertemente custodiada y que un monstruo está tras ella, pero aún así lo intenta, corre lo más rápido que puede, se rehúsa a convertirse en su esclava sexual, a que pose sobre su cuerpo sus inescrupulosas manos.

Maldita perra! ¿A dónde crees que vas?- La sujeta del brazo y tira de ella con tal brusquedad haciéndola caer al suelo de costado, el golpe en su cadera con las piedras y ramas es tal vez el menor de sus dolores, ya que se imagina lo que le espera. -Seguramente no eres virgen, así que no tienes que huir... Esto te gustará.

Ella retrocede un poco en el suelo pero es en vano, él enrosca su cabello en una de sus manos y la arrastra pocos metros devuelta al Árbol del placer, como le llaman él y los otros comandantes, las súplicas y las maldiciones no son ignoradas del todo, puesto que eso lo está excitando más.

Una vez estando al pie del árbol, la levanta del cabello arrancando a su vez varias hebras haciendo arder su cuero cabelludo, ella grita y se retuerce sin éxito, intenta golpearlo pero él atrapa su mano y la ata a la cuerda que cuelga de una de las ramas del árbol, en un ágil movimiento toma la otra mano que ella trata de mantener fuera de su alcance y también la ata con la misma cuerda.

Se separa un momento para detallar mejor la presa que se comerá y a ella se le nublan los ojos, está aterrada y asqueada por partes iguales, no quiere que le coloque ni un solo dedo encima por lo que no le dejará el camino fácil.

Vuelve a acercarse a ella con los ojos llenos de lujuria y su pene aumentando de tamaño y grosor dentro de sus sucios pantalones, opta por desnudarla primero a ella, así que comienza desabrochando el botón de su pantalón.

Al sentir las manos sobre su cuerpo comienza a retorcerse y lanzar patadas al azar, para su suerte o desgracia logra impactar contra su entrepierna, él retrocede un par de pasos para estar fuera de su zona de ataque tratando de recuperar el aliento, su rostro se torna rojo tanto de dolor como de ira.

Ella disfruta su momento de gloria y le sonríe abiertamente mostrándose orgullosa de su hazaña, pero la sonrisa le dura poco, él se vuelve a acercar y le propina una fuerte bofetada que la deja un poco desubicada.

Mírame perra! ¡MÍRAME!- Toma su rostro y lo gira en dirección a donde él se encuentra para que lo mire y la vuelve a golpear en el rostro pero esta vez con la mano hecha puño, su mejilla se enrojece y comienza a inflamarse en el acto. -Espero que este chiste también te haya gustado y continúes riendo.

Mientras ella trata de reponerse del golpe, él aprovecha que tiene la guardia baja para terminar de soltar el pantalón y deslizarlo rápidamente por sus piernas, no tiene necesidad de quitar más nada, la ropa interior es un lujo que en ese lugar no puede darse.

Él se agacha y lame los labios mayores adentrando un poco la lengua en su vulva para saborear su íntimo sabor, ella reacciona y vuelve a golpearlo, esta vez su rodilla impacta contra su barbilla y hace que se muerda la lengua.

Su ira aumenta superando el nivel de exitación, queda totalmente cegado por la primera y la golpea en su rostro como si fuese un saco de boxeo, su nariz sangra, el labio inferior se abre ligeramente cerca de una de las comisuras, su ojo izquierdo se cierra por la inflamación y ella finalmente pierde el conocimiento.

-Peor me han atacado mis enemigos causándome más daño, pero ninguno ha sobrevivido para contarlo, no abuses de tu suerte porque podrías ser la próxima.

Al verla inconsciente con la parte inferior desnuda su erección vuelve a hacerse presente, desabrocha y baja su pantalón a la altura de las rodillas, toma sus piernas y las posa a cada lado de su cadera, teniendo la altura perfecta para introducir su miembro en ella y así lo hace.

Ubica su pene en la entrada de su seca vagina, escupe dos veces para lubricar la zona y de a poco se va adentrando en ella, echa la cabeza para atrás en un acto reflejo por el placer producido.

Vuelve a escupir esta vez sobre su pene y continúa su travesía por aquella deseada caverna en la que entra sin ningún permiso, ella yace inmóvil, colgada por las muñecas y la cabeza hacia atrás, él continua sujetando sus piernas al mismo tiempo que aumenta el ritmo de la penetración.

Algunos de sus soldados ven desde lejos la escena pero ya están acostumbrados, incluso ellos lo han hecho alguna vez con las campesinas de la zona e incluso con sus mismas compañeras, si de ellos depende, ella no tendrá ninguna opción para salvarse.

No recuerda haber disfrutado tanto del acto sexual anteriormente, había perdido la cuenta de cuántas mujeres habían pasado por sus brazos, si así se le puede decir, pero ella es totalmente diferente a las demás, no había sucumbido ante el miedo que emanaba de él, al contrario lo había enfrentado, se negó desde el principio a pertenecerle como si tuviese más opciones y eso a él lo maravillaba, deseaba aún más tenerla.

INFIERNO EN LA MONTAÑADonde viven las historias. Descúbrelo ahora