Capítulo X

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Kilian

Estoy sentada en mi cama, recargando mi espalda en la cabecera y sobre mis piernas se encuentra mi laptop y una taza de chocolate helado en mi buró. Estoy escribiendo algo rápidamente.

— ¡Kas! ¡A cenar!

Me levanto a regañadientes y cierro mi laptop. Me quedo de pie por un momento observando mi vestimenta. Unos calcetines dignos de invierno, unos pantalones súper olgados y una campera afelpada. Me detengo frente al espejo de cuerpo entero y puedo notar mis facciones y cuerpo, esas que no recordaba del todo.

Piel clara. Alta. Mi cara con facciones finas. Pómulos marcados, una frente dónde yacían marcas de granos de la pubertad. Unas cejas gruesas y perfectas, nariz respingada. Ojos grandes y de color grisáceo, pestañas largas y rizadas. Unos labios finos en forma de corazón y unas ojeras pronunciadas, además de unas cuantas pecas repartidas por mis pómulos y mi nariz.

Un cabello largo y ondulado de color café muy claro casi rubio recogido en un moño desordenado. Mi cuerpo no muy curvado pero si resaltando las partes necesarias. Muy simple, bonita y única.

Me quedo viéndome fijamente a los ojos que comienzan a escocerme.

Y en ese momento despierto. Me encuentro en mi habitación, cubierto por mi manta de elefantitos. Ya puedo recordar mi anterior rostro... Mi antigua identidad.

Una sensación extraña me recorre. Ahora puedo recordar mi rostro. Y ahora que estoy pensando estoy recordando mucho más. Acabo de recordar a Glenda y también a Hugo, mis mejores amigos desde la infancia. Él gilipollas que me rompió el corazón se llama... mhm... si quiero recordarlo... se llama... Arturo. no, no me suena es... Armando, si él.

No puedo recordar nada más, creo. Tengo recuerdos de la infancia, muchos pero nada que me conecte con los nombres de mis papás o mi muerte.

Siento unas enormes ganas de estar con mamá y papá por lo que me bajo de la cama tomando mi mantita, salgo de mi habitación, camino por el pasillo y llego hasta donde está la puerta de la habitación de ellos, paso con mucho cuidado, cierro la puerta y camino hasta la cama. Subo con cautela para no mover demasiado y logro escabullirme entre los dos. Me cubro con mi mantita y duermo tranquilamente.

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— Buenos días campeón

Me saluda alegremente papá.

— Buenos días papi

Mascullo entre bostezos mientras me froto mis ojos con mis pequeñas manos.

Sigo en la misma posición en la que dormí a excepción de que ahora mamá ya no está en la cama, si no preparando el desayuno.
Hoy es especial está haciendo mucho frío.

— ¡Amores a desayunar!. Grita mi mamá desde la cocina. — ¡Vamos vengan ya o me comeré todo!

— Anda campeón vamos a desayunar antes de que a tu mamá se le cierre la garganta de tanto gritar

Ambos bajamos de la cama y salimos de la habitación riendo.

— Buenos días cielos. Me saluda mamá con un extenso beso en mi mejilla

— Buenos días mami. Le respondo con una sonrisa muy grande y por supuesto tierna.

— Buenos días amor, ¿Qué a preparado nuestra chef el día de hoy?

Dice mi papá mientras se besan

wuakala

— Para el rey de esta casa hice unos panqueques de plátano y chocolate caliente y para el amor de mi vida hay panqueques de plátano y chocolate caliente, pero si me sigues llamando chef no habrá nada para ti el día de hoy

Dónde surgen las almas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora