Dónde surgen las almas ©

• Capítulo XI •

Kilian

Me estoy columpiando sobre la nieve. Hace mucho frío pero nada me impide poder disfrutar de un columpio congelado, de verdad que lo amo. Me encanta el frío.
Mis pequeñas rodillas se cansan y decido entrar antes de que me coja un resfriado.
Bajo cuidadosamente sujetándome de la soja del columpio apoyando mi rodilla en la madera del columpio y el otro pie lo logro apoyar en el suelo de el jardín trasero repleto de nieve.
Una vez abajo avanzo hasta la puerta corrediza y la abro rápidamente.
Camino por el pasillo hasta llegar a mi habitación entro y cambio mi ropa para que no le de un infarto a mamá.

Después de ponerme el pijama salgo y me dirijo a la cocina pero escucho unas voces que parecen ser de papá y mamá.

— ¿Crees que será lo adecuado?. Pregunta mamá. — Yo creo que lo correcto es decirle a Lam y después hacer la consulta con Kili, tiene derecho a saberlo

— Pero creo que antes que todo debemos ir nosotros o al menos yo, una vez estemos seguros lo llevaremos

Susurra papá, aunque logro escuchar perfectamente.

— Está bien, tienes razón, no sabes cómo reaccionarán, pero primero avísale a Lam y ten mucho cuidado, debes ser comprensivo ante su reacción es algo que para ellos es imposible, no son mucho de mente abierta por lo que he investigado

— Avisaré de inmediato a Lam y veré qué me aconseja

No sé de lo que han hablado pero prefiero ignorarlo rápidamente y salgo corriendo del pasillo con destino a los brazos de mamá.

— ¡Mamiiiiii!, ya terminé de armar el rompecabezas, ¡ven!, ¡ven!

— En un momento vamos, estamos trabajando tú mamá y yo, tenemos un proyecto muy importante con un cliente americano, del que te hablé el otro día campeón

Me explica papá mientras traza con un lápiz y una regla en un enorme papel blanco, él me contó que se llaman trazos.

— Está bien, no sé tarden

Salgo de la sala de estar para ir a la cocina.
Me estiro un poco de puntitas para alcanzar el picaporte de la puerta y logro entrar.
Recorro hasta llegar a uno de los cajones en dónde mamá guarda mis galletas de mantequilla, tengo una dulce obsesión con ellas.

Escucho unos pasos acercarse y me escondo en el cajón más grande de la alacena. Los pasos están cada vez más cerca y escucho la puerta abrirse.

— ¡Leo!, ¡Un ladrón!, ¡Un ladrón!, ¡Ven rápido!

Grita mamá desesperada.

Me pongo nervioso al instante. Unos pasos se acercan rápidamente y la puerta se abre de un solo golpe.

— ¿Qué pasa amor?

Pregunta con confusión mi papá.

— ¡Tenemos un ladrón de galletas!, ¡Llama a emergencias podría estar en cualquier lugar!, ¡Tenemos que atraparlo!

Grita con desesperación mi mamá.

— ¡QUÉ! ¡¿DE MIS GALLETAS ESPECIALES?!, ¡NOOOO!, ¡LADRÓN TE ENCONTRARÉ LO JURO, SON MIAAAAAS

Grita exasperado mi papá.

— Pon el pestillo en la puerta para que no pueda salir, busca en el comedor, yo buscaré en las rendijas no sabemos si enfrentamos a un mounstro que se convierte en gelatina y se escabulle

Propone papá.

— ¡A la orden capitán!

Exclama mi mamá.